martes, 29 de junio de 2010

Tarta Saint-Honoré de melón con aire andaluz




Whole kitchen en su Propuesta Dulce para el mes de junio nos invita a preparar todo un clásico de la repostería francesa, el Pastel Saint Honoré.

Esta tarta para mi "abuelito, dimetu". Y os cuento...


Yo soy la oveja negra de la familia... Espera, que escrito así, resulta un tanto excesivo. Más bien, soy la única de letras, mientras que el resto se mueve en el mundo sanitario. Mi madre, auxiliar de enfermería, mi padre, en una empresa farmacéutica, mi hermana, estudiante de enfermería y....
-“¿Gema tú que quieres estudiar? “
- Papá, yo periodismo.
- Pero, Gema... Como tú eres puedes hacer lo que quieras.
- Papá a mí me gusta periodismo.

Burra de culo, ya os lo he dicho... Total, que llegar a mi casa para mí últimamente se ha convertido en un suplicio.
- Gema ¿y no me dejas que te saque sangre?
- ¡No!
- Andaa, con lo chulo que está... Mira se mete esto, en la vena y...
- ¡Pufff! Rocío o te cayas o yo sí que te voy a meter a ti.
Mira que soy aprehensiva, que sólo de pensarlo me entran unos sudores. Claro, como todo el mundo sabe a lo que se dedican mi familia, la gente por la calle le cuenta sus padencias: “Sí, el otro día me operaron de... y al principio no iba mal, pero hubo complicaciones y tuvieron que cortar de aquí y sacar de allí y venga a salir sangre”. La mujer culpa ninguna tuvo de lo que vino después, pero a medida que iba contado su historia, yo iba palideciendo, me subía un malestar por el estómago y la visión ya no era nublada, sino más oscura que el negrito del colacao.
Y allí que me véis a mí, una simple visita a General Óptica se convirtió en una sesión de reanimación en pleno centro.
- ¡Gema! ¡Gema!
Mi padre zarandeándome, la dependienta trayendo agua y la mujer de los dolores gritando: “¡Ay por dios, por dios!” Faltó la ambulancia, que si no llega a ser porque desperté al momento, hubiera llegado ipso facto, porque el otro dependiente, efectivo al máximo, llamó antes incluso que me cayera, por si me quedaba en el sitio. ¡Señores soy una exagerada aprehensiva con mis bajadas de tensión!

Desde ese momento, en casa intentan cortarse un poco, hasta ayer. Llegué a Jaén en tren y mi padre no estaba disponible, desaparecido en combate. Total que decidí facilitarle mi búsqueda y para una parada de autobús bastante visible, que tiré. En la espera, diviso a lo lejos el coche de mi madre y me pongo a saludar para que me fiche quien venga dentro. Como parece no captar mi presencia, me puse a hacer aspavientos y pegar saltos, que parecía una animadora. Tanto debí llamar la atención, que un coche que venía de camino le debió gustar mi numerito y me insinúo: ¡Qué alegría llegar a Jaén y encontrarte estos espectáculos! Mi madre no alcanzó a verme, pero gracias a los cielos que iba mi hermana con ella y, por lo que me ha contado, fue ella quién confirmo a mi querida progenitora que “esa” era su hija mayor. Las risas que se están echando a mi costa aún...

En mi casa, los nervios propios de una operación, porque no os he contado, pero esta mañana han operado a mi abuelo, nada muy grave, y entre comillas todo, de una prótesis en la rodilla. Pero te cuentan un poco de que va la historia... Mi hermana, emocionada porque, a lo mejor, entraba en la operación:
- Entonces le cogen el serrucho y... ¡Puufff! Venga a salir sangre y huele bien, bien, bien...
Total, yo cenando y mi cuerpo empieza por momentos a encogerse, mi cara se torna blanquecina y la piel de gallina entera. Miro a mi madre, suplicándole consuelo, pero me he equivocado de persona, ella asiente a mi hermana con los ojos en órbita lunar, le están dando una clase magistral. Y mi hermana sigue.
- ¡Yaaa! ¿Nooo? Hombre, hombre... Así luego, normal, normal y acostúmbrate, que es lo normal...Pues ¡nooo! Luego, pasa, pasaaa...
Risas y risas. Se callan. Comen y mi hermana empieza por tercera vez. Como las conozco y sé que la batalla la tengo perdida mejor una retirada a tiempo, antes de que mi imaginación me la juegue.

Hoy, la operación. Menudo día, ¡desde las 8 am! Nervios, pues sí, imposibles no tenerlos en una operación. Ahora, curiosa la actuación de mi familia.
Mi tío también pertenece a otra empresa farmacéutica y todos allí en su salsa, hablando con médicos, anestesistas, enfermeros, todos amigos, conocidos. Yo, la extranjera, palabrejos técnicos, y mi parabólica en tres sitios. Nada, déjalo Gema, retirada rápida otra vez. Doy una vuelta en ese campo tan poco conocido para mí y el sitio de trabajo de mi familia.
Vuelvo a la batalla y... Como no, mi hermana ha conseguido el “primer favor”: entra en la operación; mi madre vestida de verde el “segundo favor”, puede entrar y salir de la operación cuando quiera; y mi tío recibe la información privilegiada de la operación casi al minuto... ¡Yo lo flipo! ¿Pero en qué momento me perdí que vivía entre la familia de El Padrino?
La operación salió bien, alguna dificultad, pero lo importante: evoluciona adecuadamente. Mi madre consiguió otro favorcillo, que mi abuela entrara en la unidad de reanimación, darle un beso y salir rápido, nada más. ¡Qué contenta se ha puesto! Ya los nervios parecían que se habían apaciguado... Después ella, consiguió su favorcillo... En el camino de ver a mi abuelo, se las ingenió para encontrar el médico de la operación:
-¡Ayy, muchas gracias! ¡Que al final ha salido todo bien!
¡Mmmuuaa! ¡Mmuuaa! ¡Toma! Ahí, lleva el hombre, dos besos como dos tesoros.

Mi abuelo, encantado con tanto favor. Es un señor santo, la bondad personificada, paciente, desprendido, nada para él nunca, siempre me está comprando tarros de pimientos y tomate para que me suba a Madrid o de lo mejorcito que pillé por ahí. Pequeñas cosas, pero eso, que nada me falte mientras él esté. Me quiere como mi padre y como nadie me va a querer. Mi hermana, que sí que entró en la operación, nada más salir me ha dicho: “Hija, no veas, que no ha parado de hablar de ti en todo el rato que le estaban operando”.

Y bueno ahora me adentro en una nueva propuesta del Círculo wholekitchen. Ahora, la propuesta dulce la famosa Tarta Saint- Honoré. Yo la he adaptado un poco con una crema de melón deliciosa y con un poco de colorante alimentario en la nata para darle un toquecito diferente.


Tarta Saint-Honoré de melón con aire andaluz (6 personas)
La tarta se compone de las siguientes partes:
Pasta de Hojaldre
Pasta choux
Crema de melón
Caramelo
Nata

PASOS:

Primeramente, se prepara la crema, que yo la hice de un día para otro, para no tener que preocuparme.
Para la Crema de melón vamos a necesitar
- 1 huevo (mediano)
- 1 yema de huevo y media (medianos)
- 185 gr de melón
- 50 gr de azúcar
- 25 gr maizena
- 1/2 cucharadita de canela
Pela el melón y bátelo con la batidora. En un cazo pon éste y añade el azúcar, la maicena y los huevos con las yemas. Se mezcla bien y se remueve ágilmente y sin parar, a medida que se calienta a fuego lento hasta que espese la crema. Dejamos en la nevera bien tapada hasta usar.

En segundo, lugar hacemos la Masa de los profiteroles y la base de Pasta choux, la cual es la la receta de Webos fritos)
- 130 gr de agua
- 120 gr de leche
- 100 gr de mantequilla
- 1 pellizco de sal
- 5 gr de azúcar
- 160 gr de harina de repostería
- 4 huevos medianos

Mezcla la leche, la mantequilla, la sal y el azúcar en una cacerola a fuego lento, hasta que hierva. A continuación se echa la harina y se bate con una cuchara de madera hasta que quedo todo integrado sin grumos. En ese instante se vuelve a poner la cacerola a fuego medio y se remueva 1 minuto para secar la masa. Añade los huevos uno a uno, batiendo con la cuchara durante más o menos 10 minutos o hasta que tengamos una masa firme, brillante y con una consistencia elástica. La pincelamos con un poco de huevo batido, para que no forme costra.

Ahora se prepara el hojaldre. Yo compré una plancha ya hecha y la usé tal cual te indica en el paquete. Enhariné mi encimera y con un plato mediano recorté la masa. Se pincha en diez lugares la masa para que no suba y la colocamos encima de papel vegetal de....

(Gooooooooooool!!!!!! España contra Portugal. ¡Villaaa! Sorry, pero este inciso, era preciso...)

Refrigeramos durante 20 minutos. Precalentamos el horno a 200ºC.

En este instante que tenemos el hojaldre listo. Hacemos la preparación del pastel para lo que seguí casi los mismos pasos del Círculo Whole Kitchen, por lo que os lo transcribo con algunos cambios:
Cogemos nuestra pasta choux e introducimos algo menos de dos tercios de la masa en una manga pastelera con una boquilla lisa de aproximadamente 1 cm y comenzamos a depositar nuestra masa sobre el hojaldre en forma de espiral, desde el centro de la base y trabajando hacia fuera y terminando a 1 cm. del borde de la masa para dejar un margen.
Con un pincel de repostería, doramos los bordes del fondo de la masa con la mezcla de huevo, leche y sal.
Introducimos nuestra preparación en el horno y lo dejamos cocer durante 35 minutos a 180º. Una vez cocida la deslizamos sobre una rejilla con la ayuda de una espátula.

Para los buñuelos, introduzca el resto de la pasta choux en una manga pastelera con una boquilla lisa de unos 5 mm y formamos unos 17 buñuelos de 2 cm de diámetro encima de una bandeja de horno sobre papel de hornear o una plancha de silicona.
Pincelamos cada buñuelo con huevo, un poco de leche y un poco de sal. Presionamos la parte de arriba con el dorso de un tenedor y horneamos durante 20 minutos. Pasado el tiempo, los sacamos y los dejamos enfriar sobre una rejilla. Cuando ya estén fríos les hacemos un pequeño agujero en la base de cada buñuelo.

Ahora procederemos a caramelizar cada buñuelo.
Caramelo
50 ml de agua
200 gr. de azúcar
En un cazo pequeño de fondo grueso, ponemos el agua y el azúcar y llevamos a ebullición a fuego lento, espumando y limpiando de vez en cuando el borde interior del cazo con un pincel sumergido en agua fría. Cuando la temperatura alcance los 160ºC, baje el fuego y cueza hasta obtener un caramelo de color ámbar claro.

A mí como no me gusta mucho, puse sólo para pegar los buñuelos como se verá a continuación y encima de cada buñuelo coloqué miel de caña.
Una vez que el caramelo se ha enfriado, rellenaremos los buñuelos con la crema a través de una manga pastelera con una boquilla lisa de unos 5 mm y lo colocamos alrededor del borde de la corona de pasta choux, fijándolos entre sí con un poco de caramelo caliente.

Cubrimos el fondo de la tarta con una capa de crema y con el resto la introduciremos en una manga con boquilla para Saint-Honoré (o cualquier otra que os guste) y disponemos la mezcla formando tiras.

Montamos 200 ml de nata con 3 cucharadas de azúcar lustre o en polvo (o la cantidad que os guste). Cogemos la mitad de la nata y añadimos colorante verde. Se rellena dos mangas pasteleras con la mezcla de nata blanca una y la otra con nata verde y se presionan montoncitos encima de la crema pastelera.

Reservamos el pastel en el frigorífico durante 1 hora antes de servir. ¡Listo!

domingo, 27 de junio de 2010

El gazpacho de mi casa ('cameo' de Carlos)



Antes de hablar en masculino me presento… soy Carlos, el compañero de Gema, el mismo que en capítulos anteriores se comía los kikos que le regalaba el chino, el mismo que cuando llega a casa lo flipa cuando ve las cosillas que me hace mi doña. El mismo que impacientemente le implora que acabe de hacer las fotos a mi plato… Antes, cuando cogía la cámara, veía fotos de viajes que hicimos, ahora ¡me ha suplantado por pasteles de manzana! Evidentemente yo, me vengo comiéndomelos… Me propuso que hiciese un gazpachito para subirlo a su blog, porque de esto en casa, me ocupo yo.

“¡A comer! Venga niño, ve haciendo el gazpacho y poniendo la mesa”. Y así todos los días del verano, desde muy chavalito ya mi madre me fue enseñando a hacer el gazpacho que tomábamos todos, sí todos, los días de verano en mi casa. Ella mientras le iba dando los últimos toquecillos a la comida que estuviese preparando, para que estuviese todo recién hecho para cuando nos sentásemos a comer y todo fuese in time.

La verdad es que la mujer tuvo un montón de paciencia conmigo, porque yo era un poco cenutrio en la cocina, y me ponía justamente donde ella estuviese cocinando (normalmente ya con las prisas del último momento) a cortar la verdura, a batirlo todo y al principio más que ayudar le daba mucho la tabarra.

-Mamá, ¿cuánto aceite le echo?
- Chiquillo, ¿por qué no te pones en aquel pollete que estoy aquí con los fuegos? Hijo échale un par de chorreones buenos, pero no te pases, que a papá no le viene bien mucha grasa…

Me lo decía, porque mi padre es diabético y cierto es que los gazpachos tenían que ser un poco light, pero las cosas como son, estaba más rico el gazpacho cuando me pasaba un poquillo con el aceite… El asunto es que así, poquito a poco, me fue introduciendo al sistema métrico de la cocina, el ojímetro: un chorreón (divisible en chorreoncillos), una mijilla, una punta, etc. Al principio todo era chino, y mira que el gazpacho tiene poco con lo que liarte, pero me acuerdo que cuando tocaba aderezarlo me volvía loco…

Y tanto fue el cántaro a la fuente… ¡que al final terminé aprendiendo! y dándole mi toque al gazpacho de mi casa, me apoderé de la receta, la versioné un poco (muy muy poco) y es la que os voy a presentar.

Lo único cierto que os puedo decir de esta receta básica en la cocina de Andalucía es que tiene tantas versiones, aderezos y proporciones como gente que lo hace. Es increíble, hay quien le gusta con más pepino, con/sin pan, la cebolla también es opcional, pero con lo que no te la puedes jugar en el gazpacho es con el tomate. Tomate de pera, por favor, y si no es posible pues un tomate muy madurito y que sea lo más “natural” posible, es decir, que no sea el típico tomate que se pasa dos semanas en el frigorífico y no se pone malo. Hay quien sustituye el tomate de pera por el tomate raf, en realidad se trata de usar unos tomates maduros y que tengan sabor. Bueno aquí van las medidas:

-6 tomates pera ó 4 tomates hermosos.
-1 pepino (¡sin el culo! que lo amarga)
-1 pimiento
-Diente y medio de ajo
-1/4 de cebolla
-Una rebanada de pan duro
-Una punta de cuchillo de pimentón
-Dos buenos chorreones de aceite de oliva virgen
-Un chorreoncillo de vinagre
-Un cuarto de cuchara sopera de sal

Primero picamos los tomates, le quitamos el centro, que es duro y los echamos para batir, a continuación pepino, pimiento, cebolla y ajo. Mojamos el pan duro y lo añadimos al recipiente para batir junto con el pimentón. Aderezamos todo con el aceite, vinagre y sal. Ya aconsejo que mejor quedarse corto con el vinagre y la sal, que luego le daremos el toque que nos guste (además, lo mejor es el ritual de ir probando el gazpacho hasta que se quede al gusto). Una vez esté todo esto en el recipiente lo batimos.

En mi casa, dependiendo de cómo nos fuésemos a tomar el gazpacho lo finalizaba de distintas formas. Si iba a ser en versión sopera, comérnoslo con cuchara, pues al puré resultante de batir todo le añadía muy poca agua, le daba el toque final de vinagre y sal y hacía un preparado de picadillo de cebolla, pepino, pimiento, picatostes (si tuviese mi madre hechos) y jamón. Listo para tomar. Si el gazpacho nos lo íbamos a tomar bebido (lo más normal), pasaba el puré por un pasapurés, para que se quedasen las pieles de la verdura y las semillas del tomate, mientras le añadía agua, Al final me quedaban unos dos litros de gazpacho. Una vez que veía que había suficiente agua, lo aderezaba de nuevo y ¡listo!

jueves, 24 de junio de 2010

Tarta de queso con dátiles




(((¡¡100 seguidores en mi blog!! ¡¡Muchas gracias a todos!!)))


Hoy me he recordado a mi madre, bueno a mi abuela, bueno a las dos... Entro en una tienda, enorme como ella sola, llena de cartelitos de descuentos fosforitos y bien grandes, no vaya a ser que te despistes y no los veas. De repente, mi mirada se dirige a un borbotón de gente, "¡¿qué es eso? ¿Qué habrá ahí'? ¿Y darán algo?" Como un petardazo llegué también a la manada. Frente a mí encontré manos, más manos, codos, cabezas y ropa que subía y bajaba como si de una fuente se tratase. Yo, ensimismada por un momento, seguí la inercia de la multitud, me abrí paso y comencé a dar empujones para hacerme un hueco. Y de aquí mi parentesco....

- Mamá, ¿te vienes mañana para el mercadillo? Sí, que voy a ir a ver si veo tela para unas cortinas. Pero bien temprano, que luego con la gente, ¡te entran unos sofocones! Sí, Gema viene. Vale, pues para las 9, pero no vengas tarde, que si no nos dan las 12 allí.

Mañana siguiente a eso de las 9 am.
- ¡Mira que tu abuela! Le dije que no llegara tarde y ¿dónde andará?... ¡Mamá! ¡Hombre! ¡Venga vámonos!
- ¡Hija que son las 9!
Y ahí empiezan las dos, una a contar sus problemas, la otra a hacer como que escucha y yo las analizo: tal para cual, idénticas, igualitas.

Total que llegamos al mercadillo, tipo el rastro de madrid, un baratillo de toda la vida lleno de puestos donde encuentras de todo más barato (de aquí su nombre). A medida que mi madre aparca, empiezas a notar como a las dos el cuerpo se le va acelerando, la tensión se apodera de ellas y se transforman. Ya saben dónde van, su comportamiento se adecua a las artimañas del regateo y, sobre todo, a la velocidad de la búsqueda en las montañas de ropa. Salen del coche, se miran, y como si se hubieran dado instrucciones, las ves a cada una por su lado. Yo, con mi capacidad de indecisión propia, no sé a cuál seguir...

- Gema, atenta de tu abuela no se vaya a perder.
Vale, mamá, misión cumplida. Detrás de mi abuela que voy... ¿Tarea fácil? Peor que "buscar a wally", mientras mi madre me decía eso ¡ya se había despistado! Echo un ojeo: especias a mitad de precio, zapatillas de casa, retales a 1 euro... Pero escucho:
- ¡5 pares de calsetines, 2 euros! ¡Enga, niña vamos que nos lo quitan de las manos!
Lanzada que voy. Efectivamente, allí que se encuentra mi abuela revolviendo y revolviendo.
- ¡Gema!
- ¡Abuelita! ¡Hombre dónde te metes!
- ¡Hija que mira que le voy a llevar a tu abuelo calcetines! Están bien, ¿verdad?
- Pues no sé. Eso parece.
Y para qué me pide mi opinión si antes de que sé la diga ya está pagando. Salimos del puesto y ahora vamos a ver dónde está mi madre. Vistazo a mi alrededor: sábanas, plantas y semillas por doquier, zapatos de invierno y ¡bolsos a 2 euros! Hombre, dando en el clavo...
- Abuelita vamos a ese puesto que mamá ...
Me giro y ... "¿Abuelita? Pero, ¿Ónnnndee va? ¡Si hasta va corriendo! Cúchala ella, ¡jajaja! ¡Qué estilazo! ¡Ayyy! ¡Uuuyyy! ¡Qué se cae! ¡Pero mujer mira por dónde vas! ¡Cuidado con ese hombre! ¡Abuelita, por favor! ¡Uuuyyy! Anda aprieta el paso Gema, que o se nos cae o se esfuma".
-¡Abuelita!, ¿pero dónde vas? A ver si te voy a tener que llevar agarrada con una correa.
Pero no me mira, ni me hace caso. Ella anda en otro mundo, ahora cercano al de las telas. Anda unos pasos a la derecha y se mete en otro puesto. La dejo unos minutos, así, aprovecho para mirar unos collares. "Anda cucha tú qué monería! Y éste verde para mi vestido. Pero y el rojo... Sólo a 5 euros, pero si esto está en las tiendas...".

- ¡Gema! ¡Gemaa! ¡Gemmmmmaaaa!
"¡Ayyy! ¡ay! ¡ay! ¡Qué esa soy yo! Oh, oh, oh, ya me la he ganado..."
- ¡Mamaaaa! ¡¿Queeé?! ¡Mamaaa!
Y la veo. Saliendo de un puesto de zapatos con tres bolsas, gritando en todas las direcciones, acalorada, sofocada.
- ¡Gema! ¡Por dios! ¿Dónde andas? - Espasmo, giro, media vuelta, vuelta entera, saltito, saltito- ¡¿ Y tú abuela?!
- ¿Mi abuela? Ay, ay, ay.... pues yo la dejé viendo telas hace un rato.
- ¿Cómo que viendo telas? ¿Dónde?
- ¡Mamá por dios no seas exagerada! ¡En ese puesto de allí!

Allí que vamos... Mi madre corriendo, bueno a su ritmo, y yo detrás, haciendo la que no corre, por calmar un poco el ambiente. Vistazo a mi alrededor y ¡abuela otra vez perdida!... "Ea, si es que para qué la dejo sola, si ya sé lo que va a hacer". Mientras mi madre, con su reacción lógica: sale del puesto y grita:
- ¡Mamá! ¡Mamaá! ¡Mammmmmaaaá!
"Por favor, ¡qué espectáculo! Ahora, sí sé por qué me han traído a mí las dos".

Nada not responding. Segundo intento, tercer intento y tampoco. En esas nos vimos, a las 12 de la mañana buscando a mi abuela, con el sofoconazo, preguntando a todo el mundo. Y sí, sí que la encontramos, ¿dónde? Pues en un montoncito, no muy grande, noooo, ¡qué va! Sólo de tres metros de ancho y uno y medio de altura, entre cabezas y manos, justo al lado, una gitanilla que gritaba: ¡Vamos niña que se acaban! ¡3 pares de fajas 2 euros! ¡2 euros! Si es que nació para esto...

Y bueno después del parentesco, una sorpresa que me ha llenado de alegría, porque ¡vuelvo a dar las gracias! Ahora a Nati de "Una cocinillas en casa"por el premio que me ha entregado, pero sobre todo por las palabras tan amables que me ha dejado con éste. ¡¡¡¡Muchas gracias Nati!!!! Me ha hecho mucha ilusión recibir este premio. Si no conocéis su blog, visitádlo, porque os llevaréis una grata sorpresa, no sólo por las recetas tan buenísimas que hace, sino por las manos tan espectaculares que tiene que a mí me dejan asombrada.

Yo, por mi parte, voy a entregar este regalo a:

Entrando ya con la receta os dejo, una receta de la tarta de queso de mi madre, con la que participaré otra vez en el HEMC de este mes donde Su de El horno de Su ha propuesto un tema estupendo: recetas de nuestras madres, abuelas, aquellas que tantos buenos recuerdos nos traen.
Esta tarta de queso está para chuparse los dedos, yo no le echo nada más, ni siquiera mermelada, puesto que el dátil le da ese saborcito dulce justo. Tanto fría como caliente, está ¡¡deliciosa!! Probadla, porque con lo fácil que es...

Tarta de queso con dátiles
1 bote pequeño de leche condensada
3 huevos

1 yogur griego
250 gr. de requesón
o queso crema (yo suelo usar el segundo)
1 cucharadita de extracto de vainilla
2 cucharadas de maicena
10 dátiles cortados en trocitos pequeños

Precalentar el horno a 180 º y preparar el molde, es decir, lo engrasamos con mantequilla.
En un bowl mezclamos todos los ingredientes menos los dátiles y los batimos con la batidora. Una vez que esté bien integrada la mezcla, incorporamos los dátiles. Por último, lo ponemos en el molde y se introduce en el horno. El tiempo de cocción dependerá, pero suele ir de 1 hora a hora y 10 minutos. De todas formas, la tarta estará cuando pinchando con un palillo o cuchillo veamos que sale limpio.

lunes, 21 de junio de 2010

Risotto de verduras al Martini Rosso



Whole kitchen en su Propuesta Salada para el mes de junio nos invita a preparar todo un clásico de la comida tradicional italiana, un Risotto de verduras.

Con esta receta el Círculo Whole Kitchen estrena sus propuestas de recetas, en esta ocasión la salada. En un principio cuando vi que se trataba de risotto me asusté un poco, pues ojo al dato con lo que os cuento:


Aquella persona que se adentra en el "calor de los fogones" sin haber hurgado anteriormente en la ciencia de la cocina puede convertirse en un perfecto enemigo. Sí, sí, algo exagerada soy, ¿será mi origen andaluz? El caso es que mi primer contacto con la cocina demuestra exactamente esto que estoy afirmando con tanta rotundidad

Estaba yo un día, viendo el programa de Karlos Arguiñano, tendría 21 años, porque este año me involucré en el mundo de la cocina, vamos que dejé el nido del Colegio Mayor en Pamplona y me trasladé a piso... Dicho día el amigo se encontraba cocinando un arroz con verduras al curry; una exquisitez para mi paladar, si se conoce que ambos ingredientes me resultan especialmente atractivos. Durante la emisión del programa tuve la feliz idea de poner en práctica los conocimientos adquiridos. Había quedado para comer al día siguiente con una amiga para enseñarle mi piso de independencia, así que qué mejor excusa. Dispuesta y veloz como una bala cogí la lista de ingredientes, agarré el bolso y las llaves y para el supermercado que me fui.

Por la noche a la vuelta de la universidad, la escena era digna de ser fotografiada. Yo puesta delante de los fogones con un delantal de vestido de sevillanas rojo con lunares negros, un moño en todo lo alto de la cabeza, sujetando el cuchillo más grande que había en mi casa y llorando como alma en pena. "¡Por dios! ¡Cómo pica esta condenada cebolla! ¡Joe qué no veo! ¡Ay, que me voy a cortar con el dichoso cuchillo!" Vamos, un martirio, o peor aún, la Martirio en persona, tan sólo me faltaba la peineta y las gafas de sol.
Cuando terminé de llorar, mi autoestima fue creciendo. "Corta verduras, sazona, ahora mueve todo que no se pegue, ¿ves? ¡Esto está chupado! Venga vamos a ponernos musiquilla para animar el ambiente". Y ahí pasé del llanto a marcarme unas soleas, desde luego la vestimenta que llevaba era la más adecuada. Gritito 'pal', cara de sentimiento, taconazo y ¡oléeee qué vuelta! "Anda, pero si yo estaba cocinando...".

El momento clave llegó con el curry. "Arguiñano ha echado dos cucharaditas de curry, pero este hombre yo pa mí que se ve muy tradicional y tiene pinta que no le echa mucho condimento por si no gusta. Yo voy a echar más aquí que a mí esto sí que me gusta"... ¡Pufff! ¿Para qué me voy a quedar corta? Ahí estaba venga a echar cucharaditas, que si una por mamá, que si otra por papá... Ya no me acuerdo cuántas decidí que eran las justas, pero sí confirmo que más de cinco. ¡Alaa exagerada!
Hasta aquí bien. Ahora entramos en terreno farragoso. En mi cabeza tenía una idea clara: a ciertas tazas de arroz, le corresponden otras tantas de agua para que al consumirse nos quede un arroz perfecto, ni duro, ni pasado. No obstante, esto es teoría y la práctica transcurrió del siguiente modo. Vuelco las tazas de arroz y luego el agua, dejo que se consuma a fuego lento y cuando el tiempo que mi profe dijo en su programa ha pasado, veo que mi arroz está más que tieso, tiesísimo. "¿Ahora qué hago? Será que le falta agua. Vamos a echarle entonces otras dos tazas más y que se consuma". ¡Alaa exagerada!
Lo que me quedó no era arroz, si no una pasta, todo apiñada, peguntosa, anaranjada y ... ¿para qué voy a seguir? Yo en lo más hondo de mi ser reconocí que esto no podía estar comestible, pero a las horas que eran de la noche y con la invitada al día siguiente, ya no había solución disponible.

Al día siguiente mi amiga entró en mi piso de independencia elogiando cada rincón, admirando la decoración tan esmerada y los póster de las paredes tan bien seleccionados. Se sentó en la mesa y dando las gracias por la invitación a la comida, probó el primer bocado. ¡Madre mía que cara de desconsuelo o de amargura! Me miró para ver si yo había hincado el diente y yo por acompañarla en su dolor me animé a probar mi obra de arte culinaria. "¡Puuaagg! ¡Qué asco! ¿qué me gusta el curry? ¡Esto está peor que un mataratas! Le devuelvo la mirada y para mi asombro, ahí que va otra vez a por otra cucharada. "¡Alma de dios, no sigas! ¡Que yo sé que tienes hambre, pero esto...! Y yo si no ¿cómo voy a negar lo que yo misma he hecho con tanta ilusión?" Pobrecilla, se comió todo el plato, yo temblaba por si le daba por rebañar. Yo también, por supuesto...

Semanas posteriores a la comida, mi amiga parecía haberse esfumado. No me la encontré por ninguna parte, ni siquiera en la cafetería de la facultad donde solíamos coincidir entre clase y clase alguna que otra vez. Le escribí varios mensajes, sin embargo no obtuve respuesta. De repente, al cabo de un mes, me la encontré de camino a la facultad, la llamo y súbitamente empieza a acelerar el paso, yo hago lo mismo, pensando que no me ha escuchado y vuelvo a llamarla. Se para, se da media vuelta y me saluda. Le pregunté si le había ocurrido algo, que había estado preocupada y ella sin más, me dice que ha estado muy agobiada y que no ha tenido tiempo. Claro aquí, a mí ya algo me huele mal y como, una mala cocinera puede ser, pero tonta no, así que hago la invitación fatal:
- Oye, cuando quieras vente a casa y nos tomamos algo o te vienes a comer.
Su cara se desencajó por completo, cerró los puños y me soltó.
- Gema, mira perdona. La verdad es que me daba cosa decírtelo pero tu arroz del otro día estaba para matar a un perro. Yo voy a tu casa o nos tomamos o comemos lo que quieras fuera, pero comer lo que tú cocines... Primero pruebo y si me gusta, sigo.
¡Jajaja! ¡Pobre lo que le costó soltarlo!

A raíz de esta anecdotilla, muy pocas veces me he animado a hacer arroz. Ahora, era diferente la apuesta de este "Risotto de verduras al Martini Rosso".

Pero antes de empezar la receta debo agradecer otro premio. Fimère con su blog Aux délices des gourmets me ha otorgado este premio del Círculo de la amistad. Si no la conocéis visitadla, pues sus recetas son deliciosas, espectaculares, pero sobre todo destacó su profesionalidad y delicadeza con todo lo que hace. Es la perfecta anfitriona, que siempre tiene una palabra de amabilidad para todos. Muchas gracias Fimère, me llena de ilusión recibir este premio de ti.


Risotto de verduras al Martini Rosso (para 6 personas)
400 gr de arroz bomba
2 dientes de ajo
3 chalotas picaditas
1 litro de caldo de verduras
1 tacita de Martini Rosso
150 gramos de champiñones
2 zanahorias
1 berenjena
1 tomate grande
2 puerros
85 gramos de queso parmesano
Aceite y sal

Primero picamos las chalotas y los dientes de ajo. A continuación lavamos las verduras restantes y picamos en daditos el puerro, la berenjena y la zanahoria. Los champiñones los laminamos y al tomate se le quita la piel y se corta finamente. Las chalotas y el ajo se rehogan en el cazo con aceite de oliva y un poco de sal. A continuación se añade el tomate y se deja que se cueza bien para que el arroz coja buen sabor. A esto se le incorpora el resto de verduras y se deja a fuego moderado hasta que estén completamente pochadas.
En este momento, vuelca el arroz en el sofrito saltéalo durante 3 minutos removiendo constantemente con una cuchara de madera. Mientras ve calentando el caldo de verduras para que al añadirlo al arroz esté a temperatura alta.
Ahora vierte el Martini Rosso y deja que el arroz lo absorba por completo. Una vez conseguido esto, añade un vaso de caldo de verduras removiendo el arroz despacio hasta que el arroz coja casi todo el líquido nuevamente. Vuelve a añadir otro vaso y repite la operación hasta que se consuma el caldo.
Con el último vaso, antes de que se absorba todo el caldo, incorpora el queso parmesano moviendo con la cuchara delicadamente. Por último, tapamos la olla con un paño y sobre ella un plato para que el risotto se asiente durante un par de minutos y ¡listo para servir!

viernes, 18 de junio de 2010

Croquetas de compota de manzana con jamón



Me nombras las croquetas y aún me viene a la memoria el olor de las de mi abuela. Ya os he contado que era un dolor a la hora de comer, que mi familia me ha sufrido hasta la adolescencia, pues ellos no se quedaron cortos a la hora de fustigarme. Mi abuela, educada a la antigua usanza, hizo que el cocido me entrara contra toda previsión posible. Lo de si no te lo comes ahora, te lo comes de merienda y si no por la noche... No, no, no. Empleaba la sutileza, la maña, su destreza nata, junto a su natural disposición por no desperdiciar las comidas. Me explico.

Mi madre, una supuesta líder de la mujer emancipada y moderna, trabaja fuera de casa sus horas correspondientes y dentro, las que le restan, pues es una mujer "tooterrena", claro está, siempre con la ayuda de su madre. Así, algunas semanas mi abuela decidía que había llegado la hora de deleitarnos con sus guisos tradicionales españoles y le dejaba a mi madre la comida preparada. Las reacciones en la familia se diversificaban. Sin duda, la que más me alucinaba era mi hermana. Ella lo flipaba, de tanta emoción comenzaba a sudar, se le subían los colores y ¡alaaa! ¡ya estaba otra vez con los cristales de las gafas empañados! Venga con los dedillos como si fueran los limpiaparabrisas de un coche... A mí, vosotros imaginaréis la gracia que me hacia el asunto. La comida no me gustaba, pero encima las legumbres...¡vaya maldición maldita!

A la mañana siguiente a la vuelta del colegio mi destino ya había sido echado. Mi madre mandil en mano, nos hacía el paseíllo hasta la cocina y yo por el olor de la entrada deducía que mis esperanzas podían irse a la porra, por decirlo finamente.

Primero meneo del cocido. Me llega el olor por mucho que me aparte. Miro a mi hermana y ya se le han empañado las gafas... ¡La tía ya lleva tres cucharadas! ¿Y no se quema?
- ¡Mamá a Rocío la vamos a tener que llevar otra vez al hospital, porque esta vez se va a quemar la lengua!
- Tú calla y come, que eso ya está frío.

Segundo meneo del cocido. Primer intento de coger una cucharada. Busco coger patata y tocino. Me llega el olor del cocido, desisto. Miro a mi hermana que ha soltado la cuchara; dedillos de limpiaparabrisas; vuelve a coger la cuchara y sexta cucharada, es decir, medio plato. Ella ni mú, trabajo de chinos el suyo.
- Mamá hay una avispa...
- ¿Dónde?
- ¡Ay, ay! Aahhhhh, ¡al lado de la tele!

Despiste de mi madre, se levanta a la televisión. Miro a mi hermana. Asiente y una cucharada, dos, tres, cuatro a su plato... Mi madre se da la vuelta, y nada la operación ya está más que realizada. Se sienta y yo sigo con mis meneos. (Por supuesto, qué decir que lo de la avispa era pura invención...).

Media hora después, alguna que otra cucharada me he metido y mi plato ha bajado considerablemente, o mejor dicho, descaradamente. Mi madre, en plan generoso y porque si no, no llego a coger el autobús del colegio, me mete un plátano a trompicones en la boca y se despide de nosotras.

Yo salgo triunfante pensando que la batalla al cocido la he ganado, pero mi abuela en la otra esquina de Jaén, sabe lo que he hecho... O eso pensé yo a la vuelta del colegio, cuando la vi sentada en la cocina. Me acerqué para darle dos besos cuando la ví trajinando algo.
- ¿Abuelita qué haces?
- Croquetas de cocido para que cenéis esta noche y así mamá tenga para otros días y no tenga que cocinar.

¡Toma ahí llevas 'pal' pelo guapa! Mi careto tuvo que ser descomunal porque mi abuela, como son las abuelas, empezó a disimular con lo de siempre:
- ¡Pero con lo que os gustan a las dos las croquetas y el cocido! y ¡Lo rico que está! Anda vas a quejarte ahora...
Y miro a mi hermana y la veo asintiendo con una sonrisilla. Esta niña no tiene solución ninguna, pero ninguna, ¿a quién habrá salido?

Total, que al final, termina haciendo croquetas toda la tarde. Está entretenida la mujer. Saca el jamón y de bechamel con jamón también, que luego las congela mi madre y mira tú qué bien que así tiene para un regimiento y sí éstas sí que le gustan a Gema.

Con esto de aprovechar todo mi señora abuela consiguió que me encante el cocido y cuanto más condimento tenga mejor. También las croquetas, pero sobre todo siguen gustándome las de jamón. La receta que os pongo es un experimento de las croquetas de jamón que en casa gustaron mucho y son unas "croquetas de compota de manzana con jamón" con sabor ciertamente dulce.

Croquetas de compota de manzana con jamón

Ingredientes

Para la compota de manzana
3 manzanas medianas
Agua (como medio vaso)
2 cucharadas de azúcar

Para las croquetas
Compota de manzana
2 patatas cocidas
1 vaso de pan rallado
1 chorreón de leche
4 cucharadas de jamón cortado en trozos
2 huevos
Sal y pimienta

Primero preparamos la compota. Para ello, pelamos las manzanas, las descorazonamos y cortamos en dados. Se ponen en un cazo junto con el agua y el azúcar y se deja cocer a fuego lento hasta obtener la compota.
Mientras cocemos las patatas y cuando tengamos las dos cosas las mezclamos haciendo un puré con ambas. Cuando lo tengamos vamos añadiendo el resto de ingredientes, los huevos, la leche, el jamón, la sal y pimienta. Al final el pan rallado y todo esto sin para de remover para conseguir que la pasta se integre bien.
Cuando hemos terminado formamos las croquetas y las dejamos un rato reposar en el frigorífico. Finalmente se hacen en la freidora o en una sartén con aceite muy caliente para que no se rompan. ¡A comer!

martes, 15 de junio de 2010

Bizcocho de natillas y chocolate



Ando huyendo de mi portero. Sí, leéis bien. Específicamente del de por las tardes. El hombre no es mala persona, ya os digo que no, pero sí que es de estos que nada más aparecer por la portería les han debido colocar un imán y ahí va, pegadito a ti. Os cuento el por qué de mi huida.

Para mí salir de casa me supone un sacrificio insospechado: mezcla de mi forma de ser que no puedo dejar con la palabra en la boca a nadie y de la profesionalidad de los porteros. Cerrando la puerta de casa, me siento como una presa antes de salir de su escondite. ¿Seré hoy cazada o me libraré de las garras de mi portero? Inquieta en el ascensor ya voy rezando: "Ay virgencita mía que esté dando una vuelta por los pisos o que haya entretenido a algún vecino". Los nervios me carcomen... Aún no se ha aposentado mi vehículo en la planta baja cuando ya puedo sentir el giro de su cabeza hacia la dirección de mi llegada. Rápido, raudo y veloz, con su mirada rapaz sin conmiseración ajena. Mi tembleque, ya visible, apenas me deja fuerzas para empujar la puerta. Cierro los ojos y "palante".
- ¡Hombre, mozuelilla!
- ¡Buenas tardes, Ángel!
Y ya se ha puesto en pie... !Ayyyy dios! ¡Camina derecho a mí! Bueno tranquila, haz como que no lo has visto, baja la cabeza y paso firme, uno, dos,... Cualquiera que me viera pensaría que estoy haciendo los 20 metros marcha. Pero claro, la distancia a recorrer él ya se la sabe al dedillo, la lleva practicando más de veinte años y en mitad de camino me ha alcanzado sin ninguna dificultad.
- ¿Qué? ¿Dónde vas tan cargada? Mira que con lo delgadilla que estás... Además no hace muy buena tarde, se ve que en nada va a caer una buena; ¿habrás cogido paraguas? [...].
Miro el reloj, avanzo dos pasos y hago un requiebro hacia la izquierda. Pero no, el hombre ocupa toda la puerta de salida y yo que soy una fatigosa de la vida, ya no sé cómo mirarlo. Porque sí señores, él sí se cosca que yo estoy indispuesta, que mis palabras son largas y que mis movimientos apuntan hacia lo mismo: la salida. A él esto, ni fú ni fá, ni le va ni le viene. Muchas horas de aburrimiento han confeccionado a mi portero y su técnica tan elaborada le ha costado sangre, sudor y lágrimas.

El colmo de los colmos sucedió hace unos días... Íbamos a casa de unos amigos y yo aprovechando la ocasión había hecho un bizcochito. Muuu rico que salió y el olor que se había extendido por todo el edificio; lo que me llevo a una deducción fatal: "éste hombre ya ha debido captar el olor". Sin darle más importancia, preparé el paquete y me dispuse a salir de casa. Once de la noche, como siempre llegaba tarde y había quedado con en encontrarme con todos en media hora. Salgo del ascensor oteo el panorama de la portería y ¡bien!, mi portero ya ha abandonado su puesto de vigilancia. Sigo caminando, cuando de repente: ¡ploff! portazo;
- ¡Hombre, mozuelilla!
¡Ohhh! ¡Nooo! No puede ser... Estoy paralizada en mitad, mi destino en frente, llamándome y suplicándome que por una vez sea borde y deje la educación para otra ocasión. ¿Qué hago? Ya había procesado su no existencia y mis labios responden automáticamente:
- ¡Hola, Ángel!
- ¿Dónde vas tan cargada? ¡Pero qué bien huele!
- Sí, es que es un bizcocho (aquí me había ganado...)
- ¡Andaaa tú... lo que llevo oliendo yo toda la tarde! Me podrías dar a probar... ¿Vas para el metro?
Gema, di que no, di que no...
- Pues... No sé, iba a ver cómo voy para el centro.
- Hombre, lo mejor será el metro, porque el autobús ahora por aquí no lo pillas. Vamos te lo digo yo, que los tengo super controlados.
Ahí llevas, ¿ahora qué me invento? Nada, de nada... Para todo tiene respuesta, ríndete, no hiciste caso a la súplica, ya es tarde, muy tarde.
Así que me vi en el metro con él, dándole al palique todo el camino, yo no dije ni mú, ni asentí... Sólo miraba el reloj, luego mi bizcocho tan bien envuelto, con tanto cariño elaborado y me acordaba de esos programas donde los pasteles los estampaban en la cara de los concursantes. Mi bizcocho no resulta lo más idóneo para este método, pero de muy buena gana lo hubiera intentado para ver si de una vez ¡por fin callaba esa boca!

El bizcocho sobrevivió ¡y menos mal!, porque tiene todo para ser un bizcocho 10: esponjoso, sabroso, jugoso y con unos trompicones de chocolate... ¡¡¡¡mmmm!!!

Bizcocho de natillas y chocolate
Ingredientes
1 natilla
2 medidas (será la del envase de la natilla) de harina bizcochona
1 medida de leche condensada
1 medida de azúcar
1 sobre (los 2 papelitos que van unidos) de "El tigre"
3 huevos
1/2 medida de aceite de girasol
1 cucharada de esencia de vainilla
125 gr de chocolate de postres troceado o en pepitas

El procedimiento es muy fácil. Encender el horno a 180º, para que vaya calentando. En un bol bate los huevos hasta que espumen y cojan un color clarito con las varillas. Añade la natilla y la esencia de vainilla, vuelve a batir hasta que quede todo bien mezclado y también el aceite.
Incorpora el azúcar y la leche condensada y remueve hasta que el azúcar esté disuelto. Lo siguiente será agregar la harina a través de un colador, sobre la harina echa el sobre del tigre. Por último añadimos el chocolate y se remueve con cuidado.
Unta el molde con mantequilla y espolvorea con harina. Vierte la mezcla y mételo en el horno, déjalo cocer unos 45 minutos a 180ºC o hasta que pinchando con un palillo salga limpio.
Dejamos enfriar y desmoldar. ¡A disfrutar!



domingo, 13 de junio de 2010

Brazo gitano de verdura relleno de jamón y roquefort



Cuando decidí que iba a ir a estudiar fuera mi gran imaginación comenzó a maquinar una película completa... Colegio Mayor igual a: película americana de amigas inseparables, fiestas y chicos 10: guapos, listos, divertidos, aventureros. ¡Y vengaaa! ¿Alguien da más?

Yo hipnotizada o, peor aún, idiotizada con mis fantasías, no iba captando los mensajes subliminales, y no tanto, que iban llegando a mis oídos acerca del Colegio al que iba a entrar. "Tienes que recogerte a las 11 pm los viernes y domingos, a la 1 pm los sábados, entre semana a las 10 y 30 pm, pero bueno no te preocupes aquí todos los CMs os quedáis hasta la misma hora... Otra obligación del colegio es la Misa de los domingos que no puedes faltar, pero asistís todas las residentes. Además de las tertulias después de las comidas, etc, etc, etc,.
¿En qué pensaba? En: fiesta, libertad, fiesta, independencia, fiesta.... Mi edad y mi juventud propiciaron lo que posteriormente sucedería.

Cargados como burros y con la burra de culo, vamos yo, mis padres recorrieron 800 km para subir a su primogénita a Pamplona. Mi madre entre lágrimas se despidió y me dejo con el corazón "partío". Mi padre más entero me besó-abrazó y me dio sus últimos consejos: "A por todas, no te dejes llevar, tú puedes con todo y demuestra lo que vales".
Y allí me vi, los primeros días en el CM me hice mis amigas, compañeras fieles e indiscutibles buenas personas, con las que sigo manteniendo la amistad. Pero, después de la vorágine de los primeros meses de universidad y acoplamiento comenzamos a sentir que la película americana más bien se había convertido en una film de estas típicas de Colegios de alumnas internas.

Las normas del CM se volvieron algo más rígidas de lo que en un principio nos habían insinuado. Pasamos a las obligaciones de "participar" en todo. Así, aparecíamos disfrazadas cada dos por tres, danzando o cantando para cada ocasión festiva. A mí no es que me disguste esta escena, pero las coreografías no suelen dárseme especialmente bien... Un pie para delante y la mano para detrás, ¡Ohhh no, Gema!, ¡mal, mal, mal!, ¡que ahora era a la derecha! ... ¡Por esto! ¡Dichosa concentración! ¿Dónde voy yo cuándo todas están en la izquierda? Y no es porque no tenga ritmo ya os lo digo yo, sino porque la coordinación manos-pies no es lo mío. Por ello, cuando alguna de mis cuidadoras me intentaba convencer diciéndome que la gente se lo pasaba muy bien conmigo (la gracia que me hacía a mí la susodicha... ), yo sin ser muy brusca y educadamente le decía, que para ser mono de feria no estaba dispuesta a posar de china, o de pirata, o de ejecutiva, etc, etc, etc,.

Con respecto a los chicos, los veíamos de higos a brevas, de soslayo, de chiripa, es decir, en la universidad. Eso de que fueran nuestros amigos los del CM de al lado, ¡un milagro divino nos iba a hacer falta! Tal vez hubiera podido ser, si su horario fuera el nuestro, pero como nosotras salíamos del cine o de cenar o de... , cuando ellos entraban, pues con las ganas que nos quedábamos de conocerlos.

A las fiestas, sí que íbamos, por supuesto, pero sí yo os contara... Me acuerdo de la primera reunión social a la que acudimos. Era viernes e iban a escoger la Miss y el Míster de los Colegios Mayores. Imaginad la escena: todo mi grupito, chicas, revolucionadas en el CM, emperifollándose, con nuestras mejores galas, maquillaje, adornos, complementos y mucha emoción. Venga a correr por los pasillos, porque no llegábamos a la fiesta; venga a preguntar a alguna si tenía lápiz negro o pendientes rojos que combinara con no se qué y la música a toda leche en todas las habitaciones. Salimos como a las 8 de la tarde del Colegio y llegamos a la fiesta destino a y media. Entre picoteo y picoteo fuimos fisgoneando a nuestros oponentes, también escogiendo futuro "fiche" y ¿por qué no? lanzando alguna que otra miradita-insinuación. A las nueve de la noche empezó la fiesta, bailoteo por aquí, conversación por allá y, por fin, ¡las presentaciones! Con la música se animó el ambiente, pero, de repente, como cenicientas nos vimos que el reloj estaba sonando: tong, tong, tong, tong, ... "Eyyyyyy, ¡Qué son las 11 y nos cierran el colegio!" "¡Corred, que no llegamos! " Ni tiempo nos dio para catar el panorama masculino de candidatos a la selección, ni de mostrar nuestros encantos femeninos.
¡Adiós magia! A nosotras sí que se nos había acabado el hechizo, el glamour se había esfumado. Ahí estábamos 10 tiarronas corriendo a grito pelado, tacones fuera, pelos al viento, rimmel corrido... No sabíamos si reír o llorar, si escondernos o seguir gritando y que todos vieran lo encantadas que estábamos a pesar de todo. Porque mira, si algo hubo en lo que la realidad se ajustó a mis ilusiones soñadas fue hacia mis amigas 10 y, los diez tesoros, que encontré en ellas.

La receta de hoy es el brazo gitano que picoteamos en esta fiesta y luego degustamos en tantas otras. En mi caso he decidido darle un toque personal; el bizcocho lleva verdura, calabacín y cebolla, un sabor más y también colorido. El relleno el mismo; roquefort con jamón serrano, la combinación perfecta.

Brazo de gitano de verduras relleno de jamón y roquefort

Ingredientes
Para el bizcocho:
300 gr de verduras (utilicé un calabacín y dos cebollas pochadas)
1 yogurt natural light
1 huevo
100 gr de harina
50 ml de aceite de oliva
1 cucharadita de levadura
1 pizca de sal
Pimienta negra y nuez moscada


Relleno:
Queso roquefort
100 ml nata
2 hojas de gelatina neutra
6 lonchas de jamón serrano

Se escurren bien las verduras. Se baten las yemas hasta que cojan un poco de consistencia y se añaden las verduras. Batimos todo y mezclamos también el yogurt, el aceite, la sal, pimienta y nuez moscada.
Las claras se montan a punto de nieve y se incorpora a lo anterior con movimientos envolventes procurando que no bajen las claras. Por último añadimos la harina y levadura tamizadas siguiendo con movimientos envolventes. Esta masa , se ponea en la bandeja del horno sobre papel vegetal, y con una espátula se extiende.
Metemos al horno unos 10 minutos.
Pasado este tiempo, se retira el papel del horno y se extiende el bizcocho sobre un paño de cocina húmedo. Una vez extendido, se enrollan los dos unidos y se deja que se enfríe el rollo.
En este momento preparamos el relleno. Hidratamos la gelatina en agua fría cuatro minutos. Mientras en un cazo calentamos la nata y deshacemos en ella el queso. Se echa la gelatina ya hidratada y se deshace todo junto. Dejamos que espese la salsa en el congelados como unos 20 minutos.
El jamón lo cortamos en trocitos pequeños y una vez que tenemos la salsa roquefort un poco espesa, desenvolvemos el rollo y untamos con queso, sobre él ponemos el jamón, y a enrollar.
Guardaremos el brazo en film transparente en la nevera, para que asiente. Se sirve cortado en rodajas finas. ¡Listo!

jueves, 10 de junio de 2010

Suquet de rape




Mi abuela se ha vuelto moderna. Lleva unos días rondando por mi casa:
- ¿Entonces qué es eso qué tienes? ¿Un bog?
- Sí, un blog donde voy escribiendo mis recetas en el ordenador y la gente puede leerlas y comentar sobre ellas.
- Ahhh, ¿pero ellos cómo ven las comidas?
- Pues mira. Se meten en un sitio, que tengo yo, como en una ventana, que he creado en internet; que esto sí que sabes lo que es.
- Sí, eso que os tiráis todo el día tu hermana y tú con el ordenador (¡cucha tú mi abuela que consideración tiene de nosotras!).
- Bueno, eso, justo en esa ventana mis amigos de internet me buscan y así ojean que recetas nuevas he publicado.
- ¡Mira! ¡Eso me gusta a mí! Yo quiero ver esa ventana en 'intené'. A ver, ¡traéla pacá! ¡enséñamela, enséñamela!.

Y así es como empezó todo. Un día llega a mi casa...
- He estado pensando, que podías poner en tu bog...
- Abuelita, blog.
- Bueno eso, en tu ventana esa... Que podías poner la pipirrana que hacíamos en mi casa cuando yo era pequeña. La hacía mi padre con un poco de pan majado y huevo y estaba muy buena.
Yo asiento todo, pero sigo con mis labores. Mi abuela no se queda conforme y cinco minutos más tarde arremete:
- Muy sencilla y rápida y de sabor, ¡riquísima!".
- Vale, sí, y ¿quién dice que la hacía?.
- Mi padre, cuando llegaba a casa de trabajar.
Ya me imagino a mi bisabuelo carpintero religiosamente con su pipirrana y al final dando a sus siete hijos; ¡ayy abuelita mía que va a ser por esto que te trae a ti tan buenos recuerdos este plato!
Una vez concertada la fecha y hora en la que iba a tener lugar la elaboración de la pipirrana parecía quedarse satisfecha. No obstante, volvió ayer:
- He estado mirando en casa y tengo rape. A ti te gusta mucho el Suquet de rape. ¿Quieres que te lo enseñe para que lo pongas en tu ventana?
-¡Ayyy!, ¿y eso cómo se te ha ocurrido? ¿No será que tú quieres que te ponga yo a ti en mi ventana?
- ¿Por qué no? ¡Qué tu abuela sabe hacer mucha comidas! ¡Anda que no tuve que cocinar yo en Madrid con 15 años y todo lo que me echaran por entonces: bechamel, filetes rusos, ... Cuando llegué a Jaén, me llamaban mis hermanas: "la moderna en la cocina". ¡Una que había salido a ganar algo de dinero para que ellos comieran en casa! Si, es que por eso digo que ve la vida da tantas vueltas...

Y bueno, pues rape "parriba", pimentón "pabajo"... Aquí os traemos una receta las dos. Mi jefe de cocina me ha estado indicando el paso a paso y le ha dado el toquecito personal de las grandes cocineras. Sobre ella, ya os haré una entrada en condiciones, puesto que para mí no es sólo mi abuela, sino también mi madre, ya que ella me ha cuidado por las tardes cuando era pequeña mientras mi madre trabajaba. Siempre me estaba llevando de "recado" en "recado" recorriendo Jaén, porque eso sí os voy a decir, a hiperactivos a ella no hay quién la gane. Aquí os la enseño, que no sabéis que "panzá" de reír nos dimos mi madre y yo echándole estas fotos: "A ver, entonces ¿cómo me pongo?, ¿cómo salgo? A ver, a ver... Paataaataaa... Jajajaja. Si es que si no os paráis de reír yo no puedo ponerme...". Así hasta esta foto; aquí tenéis a mi jefe de cocina, ¡tan guapa y apuesta ella!


Con esta receta participo en el HEMC 45- la cocina de mamá que en este número Su de "El horno de Su" propone un tema excelente: la cocina que hacía nuestra figura materna o favorita (en este caso ya lo he explicado). "Suquet" se refiere a una salsa que nació de la gente del mar para referirse al pescado que no podían sacarlo a subasta, porque había resultado dañado en la red de pesca. Por esto, esta receta podría utilizarse para cualquier otro pescado, pero a mí como me encanta el rape, por su sabor y textura final, pues, con éste sin dudarlo.
Y ya la receta. Es deliciosa para mojar pan. en las fotos, con tanto esperar para hacerlas al final el rape parece que le falta salsita, pero claro luego le añadí del cazo y venga a mojar. No quedó ni una pizquita, no digo más...

Suquet de rape
Ingredientes (4 personas)
½ kg de rape (2 colas)
6 patatas
2 dientes de ajo
3 tomates o 2 tomates grandes
2 cucharaditas pimentón dulce
3 tazas de fumé o caldo de pescado.
perejil picado
aceite de oliva
sal (si hace falta al final)

Para el majado
2 rebanadas de pan tostado
2 dientes de ajo
50 gr. de almendras tostadas
unas hebras de azafrán
perejil picado
sal

Primero hacemos el majado. En una olla con abundante aceite sofreímos el pan, las almendras y los dos dientes de ajo hasta que estén tostados y con cuidado de que no se quemen, por lo que mejor que tengamos el fuego a fuerza media. Una vez listo, se machaca con un mortero todo, se le incorporan las hebras de azafrán y tres cucharadas de caldo de pescado para que podamos mover mejor la majada. Apartamos de momento la majada mientras vamos preparando el resto.
Rayamos los tres tomates y se pelan las patatas. A continuación, en la misma olla y con el aceite que nos ha sobrado pochamos los dos dientes de ajo muy picaditos y cuando empiecen a dorarse incoporarmos el pimentón. Removemos con los ajos, se echa el tomate rayado y el perejil picado. Se sigue mezclando.
Ahora se deja que el tomate reduzca, mientras que nosotros vamos cortando la patata en cachelos. ¿Por qué en cachelos? Porque la patata desprende mejor el almidón y absorbe mejor los jugos. Cuando esté el tomate, añadimos la patata para que coja el calor de la cazuela durante unos minutos la patata.
En este momento echamos el caldo de pescado y se deja reducir a fuego moderado fuerte durante 20-25 minutos, controlando que no se queme, para lo que se necesitará mover de vez en cuando.
A los 15 minutos añadimos la majada, y finalmente el rape cuando veamos que las patatas ya se han cocido. El pescado se hace en seguida, no tardará más de cinco minutos, pero claro según el tamaño de los trozos. ¡Y a comer!


martes, 8 de junio de 2010

Ensalada de canónigos con fresas



Ayer tuve un día un poco movidito y sí por algo especial. He llegado a una conclusión, soy una mujer más que atrae al sexo masculino mayor, espera, espera, vamos a concretar que así estoy escandalizándome hasta yo. Atraigo a un sector muy concreto: hombres solteros mayores de 60 años, casi para jubilarse, lo que conlleva un estado aparente de ocupación laboral, tan sólo, como digo, aparente, pues dedican gran parte de su horario de trabajo, por no decir el entero, a dar paseos y comentarios por doquier. Vamos, que para quien no se haya imaginado ya un perfecto arquetipo, yo le indico varios: porteros, encargados de los puestos del mercado, camareros, barrenderos, etc, etc, etc,. No os vayáis a pensar que soy una rompecorazones, o que voy de creída por la vida, que no, que no, pero leyendo la entrada de las cookies de kikos y el chino y éste comentario, ¡me estoy sembrando yo solita!
Y a ver os cuento lo que me pasó. Tenía que hacer unos "recados". En especial, comprar algún plato mono, diferente para decorar, una nueva adquisición para mi peculiar ajuar culinario que está creciendo a ritmos desorbitados. Pero bueno esto se convertirá en tema de otra entrada.
Total, que iba yo a buscar algún sitio inspirativo, pero Madrid es muy grande y, sin quererlo ni beberlo, me vi cerca del Santiago Bernabeu rodeada de tiendas. ¡Madre mía qué maravilla de cosas! Ahora, todo super, ultra, mega, cool, fashion, retro, vintage... Y me quedo corta. En fin, que yo mu recatadamente, que es como me ha educado mi padre, agarré mi bolso, cogí mi monedero, lo abrí, miré dentro y pensé: "Este dinero me lo gasto yo en otra cosa mariposa".
Así, salí tan campante, fruto de las horas de machaque de mi padre: "Gema no es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita". Pero claro, yo seguía con mi cosilla de la inspiración y de que si encontrara algo mono para decorar mi tarta tan bonita... Alaaa, ¿la solución dónde estaba? Pues en el único sitio donde siempre hay de todo, siempre está abierto y siempre a precio asequible: ¡los chinos! ¡Vaya tú por dios!
Fue en este instante cuando me percaté de que atraía al sexo masculino que os he descrito. Resulta que por el lugar por el que yo andaba no conocía un chino cerca, de modo que decidí preguntar en la terraza de un bar a un camarero, alguien que conociera bastante la zona, más que nada, que hubiera fichado durante unos años los cambios que haya experimentado. Efectivamente, ahí estaba mi individuo, un hombre de unos 62 años, delgado con gafas, bigote y altillo, de 1,65 cm más o menos.
- Perdone, ¿una pregunta?
- ¿Qué te perdone yo a ti? ¡Vamos! ¿Con esos ojos? ¿Y esa sonrisa? Vaaaamos, hoooombreeee ¡Todo lo que quieras chavalilla!
- Gracias... ¿Sabría usted si queda por aquí cerca un chino? Pero no un 24 horas, sino un bazar.
- Ay, pues yo no te voy a poder ayudar. Pero mira ve a la barra y dile al hombre más mayor que veas, que ése seguro que te sabe decir.
- Vale, pues muchas gracias.
- Nada, mujer, para lo que guste.

Voy para la barra y de camino el hombre más mayor ya me está visualizando. El primer camarero le ha debido hacer alguna señal y el otro triunfante espera mi llegada. Se aposenta en la barra apoyando un solo codo, me dirige la mirada y... ¡toma muequilla! ¡Menuda forma de ligar más bestial amigo! Me hubiera gustado a mí haberlo visto en sus tiempos mozos...

- Hola, ¿sabría usted decirme si queda por aquí un chino cerca? ¿o un bazar?
Silencio... Se ladea y deja de tener un solo codo, ahora ya tiene los dos apoyados y me mira totalmente de frente y serio.
-¿Qué necesitas comprar?
- Unos platos.
- Pues... - Silencio-. Vete al Carrefour que está aquí detrás.
- Ya, pero es que no los necesito de plástico, si no de los normales.
- Pues por aquí cerca no hay ningún chino, pero en alguna tienda tienen que vender platos.

Justo en este momento entra en la conversación un nuevo personaje, un cliente que se encontraba justo a mi derecha en la barra tomando un café. ¿Cuántos años tenía? Adivinadlo; unos 60 y pocos...

- También puedes ir al Moda Shopping que está justo en frente, cerca de Torre Europa- me sugiere el nuevo amigo.
- Ah, sí, no lo había pensado. O a Zara Home que hay uno en Orense.
- Sí, allí hay un montón de tiendas y de eso seguro que hay.
- Sí, seguro. Vale, pues nada iré para allí. Bueno pues muchas gracias a todos, a ver si encuentro lo que busco.
A esto me responde el camarero más mayor:
- ¡Ayy quién usara esos platos! ¿No serán para el ajuar? Mira que si no tienes con quién casarte aquí estamos disponibles...

Claro que para el ajuar sí que son, pero ¡anda que sí él supiera para cuál!
Un show, el que se montó. Qué siempre será así, sí, pero que yo no estoy acostumbrada, también. ¡Ahora, qué risas me eché!

Bueno y después de tanto show tengo que compartir con vosotros otro regalo. ¡¡Madre mía qué ilusión hace recibirlos!! ¡¡Qué vuelco me da el corazón cuando leo, pásate por mi blog que tienes un regalo!! En esta ocasión ha sido Mariant de Las recetas de Mariant. ¡Muchísimas gracias Mariant! Ha sido una alegría, pero gracias sobre todo por estar siempre por aquí, por mi blog, viendo mi cocina.

Yo quiero regalar este premio a:




Por aquí os dejo otra receta. En este caso una ensalada con unas fresas que me dio envidia ver las vuestras tan ricas y como tenía unos ingredientes, pues dijo vamos a ello. Está riquísima con la vinagreta de miel, pues suaviza el ácido de la fresa, pero deja que su sabor siga destacando.

Ensalada de canónigos con fresas

Ingredientes
Una bolsa de ensalada de canónigos
150 gr de fresas
2 cucharadas de pasas
2 cucharas de jamón cortado en trocitos
Queso curado rallado por encima

Para la vinagreta de miel
2 cucharadas de miel
3 cucharadas de aceite de oliva
1 cucharada de vinagre
sal

Se preparan las fresas para la ensalada. Para ello, se lavan y se trocean en láminas finas.
Lavar bien los canónigos y colocarlos en una fuente. Encima las fresas, el jamón y las pasas. Terminar rayando el queso curado.
Para la vinagreta, sólo tenemos que mezclar bien la miel, el aceite, el vinagre y la sal y echar por encima de la ensalada. ¡Listo!

domingo, 6 de junio de 2010

Tarta de queso con manzana caramelizada






No sé por qué las tartas de manzana me recuerdan a mi madre... Tal vez sea que siempre le ha gustado el sabor dulce, pero no empalagoso, el olor consistente, pero suave y el color dorado, llamativo, esponjoso.
Mi madre es muy curiosa, el dulce y los frutos secos le fascinan. Por la mañana un vasito de descafeinado con una tostada con aceite y miel, o churros con descafeinado, porque nada de chocolate, eso lo ve un sacrilegio. Luego de picoteo unas nueces, unas pasitas y su comida sana y equilibrada. De postre, y ahora en verano, jamón con un trozo de pan con aceite y su buena rodaja de melón, como si la estuviera viendo.
Por la tarde, pilla un trocito de rosco de chocolate o de bizcocho, el de toda la vida de limón, o una fruta fresquita. Pero, sin duda, su festín llega por la noche, ¿cuántas veces te he visto sentarte mamá ya despreocupada en tu sillón con un platito y un rosquito de coco? Ahí estás tú, en tus horas de descanso, antes de irte a dormir, dispuesta a relajarte en tu mundo de búsqueda internetera o con un libro cuando te has enganchado a alguno. Ya has dejado atrás el estrés del trabajo, las ocupaciones hogareñas y las preocupaciones familiares, ahora estás tú y tu vida, tus alegrías y amigos virtuales, esos que tantos quebraderos nos traen a nosotros, que vemos que nos desplazas un poquito.
Y en ese mundo, te veo disfrutar de tu dulce, un bocado exquisito que si te digo que me des, porque soy tu hija, que si no, te dolería el alma... Yo, en realidad, te envidio mamá, ¡qué figura tan esbelta la tuya! ¡qué tipazo tienes condenada (y con la mejor de las palabras)! ¿dónde echas lo que comes? Tenéis que verla...
Mi pasión por lo dulce viene de aquí, no me cabe la menor duda. Tanto gozo por los caramelos de nata (estos que se llamaban así y que eran los plateados) proviene de ella, también su predilección por las chufas o esas riquísimas bombas de nata, las de verdad, las auténticas, ésas que mi a mi madre le llevaba su padre para desayunar, ésas que mi "abuelito" me traía todas las mañanas para desayunar... Todo un sin fin de recuerdos dulces que se entremezclan en mi memoria.

Esta tarta se merecía esta introducción y es que la tarta de manzana que más me ha gustado de todas!! Está esponjosa con un sabor exquisito que se deshace en la boca...!!! mmmm!! !!Espectacular!

Tarta de queso con manzana caramelizada
Ingredientes (molde desmontable de 26 centímetros de diámetro)
400 queso crema
3huevos
80 gr de harina
150 gr de azúcar (yo puse moreno)
1 cucharada de esencia de vainilla
1/2 cucharadita de canela molida
Un puñadito de avellanas

Para las manzanas caramelizadas:
3 manzanas grandes
50 gr de mantequilla
25 gr de azúcar moreno

Primero se carameliza las manzanas. Para ello, cortamos en dados grandes las manzanas y las ponemos en un cazo a cocer a fuego lento con la mantequilla y el azúcar. Vamos removiendo con cuidado de que no se queme durante veinte minutos. Tenemos que conseguir que la manzana quede blandita sin que llegue a romperse, en ese momento estará lista.
Mientras en un bowl ponemos el queso crema, el huevo, la vainilla, la canela, el azúcar y la harina y batimos bien con una batidora hasta que no queden nada de grumos.
En el molde enharinado echamos la mezcla de queso y encima la manzana caramelizada y las avellanas, de forma que con esta última cubramos toda la parte de arriba de la mezcla, para que cuando cuaje la tarta la manzana quede arriba.
Horneamos en el horno precalentado a 190º durante 40 minutos o hasta que veamos que la tarta haya cuajado. Yo esta vez necesite 50 minutos, pero para mayor precisión de tiempo usad el truquito del palillo de dientes, si al pinchar la tarta sale limpio, ya está lista, si no, habrá que esperar un poco más. ¡A disfrutar!

viernes, 4 de junio de 2010

Jamón de cerdo agridulce




Soy bastante reivindicativa; de normal, incordio. No lo hago queriendo, lo prometo, pero es que parece que se me ha grabado en la cabeza el dichoso refrán "piensa mal y acertarás". Así, yo ya voy predispuesta a todos sitios.
Quien me tiene que sufrir, pues bueno, unas veces, se lo toman bien y otras con un que otro grito ya me llevan por donde quieren. Porque no hay nada más incómodo que una lista como yo en un taxi a las tres de la mañana...
"Hola, buenas noches, vamos a la calle xxx, pero vaya por tal que puede coger el túnel que nos deja en la calle cuál y ya salimos para...". Vale, el taxista está más que acostumbrado a las explicaciones, pero te mira mal de entrada. Yo, por supuesto, he lanzado las indicaciones para que no me vaya a meter la "bacalá" porque, sin querer queriendo, se ha equivocado.
Me relajo un poco y comienzo con mi acompañante una conversación, mientras, el taxista sintoniza una cadena de... ¿música? ¿qué escucha? Un chico en plena pubertad se desgañita intentado regalar a su novia una canción. Pasamos la Cibeles, seguimos por la Castellana y ... "¡Oiga!, ¡oiga!, ¡por la derecha!, ¡que era por la derecha!". Adiós derecha... Pa lista tú, listo él y las indicaciones a otro guapita que él se conoce Madrid mejor que él que la hizo.
Ante ésta situación, puedes tomar miles de actitudes; ahora, a mí la experiencia me ha demostrado, que en todas sale ganando el taxista. Al final siempre te ves contando el dinero indignada, cabreada, dolida en tu orgullo frente a un distraído, alocado y listillo taxista que se escapa a través de la noche en busca de su próxima presa.
Esta historia viene, como os he dicho al principio, porque soy muy reivindicativa y la receta que os quería poner en un principio era atún, pero cuando he ido a comprarlo resulta que costaba 26 euros el kilo y me he indignado... No porque no estuviera bueno el pescado, sino porque mi economía no es muy boyante y menos en los momentos en que nos encontramos. Así, me he puesto a pensar y pensar y me he dado cuenta en que en casi todo momento estoy diciendo hay qué ver estoy y hay qué ver lo otro y de ahí me he ido a los taxistas y cómo por las noches me intentan timar con eso de mi acento andaluz aquí en madrid o por lo que sea... Qué bueno que no todos son iguales y también me he encontrado taxistas de los más amables y buenas personas, pero en mi caso, lo malo ha abundado. Vamos que me he puesto yo ha darle vueltas a la cabeza y como siga hilando a saber dónde acabo en la siguiente receta.
Sin más dilación os cuento de que se trata esta receta: Jamón de cerdo agridulce. Otra receta de contrastes, con rico sabor a limón y el aroma del tomillo.

Jamón de cerdo agridulce
Ingredientes (4 personas)
700 gr de jamón de cerdo cortado en dados
3 zanahorias
2 cebolletas
2 dientes de ajo
2 tomates maduros
Unas ramitas de tomillo
100 ml de vinagre de manzana y un chorreón de vinagre de módena
2 cucharadas de salsa de Soja
1 cucharada de azúcar morena
2 cucharadas de sésamo tostado
Ralladura de limón
Aceite de oliva y sal

Mezclar en un bowl la ralladura del limón con la soja, el tomillo lavado y seco y el azúcar. Añadir un chorreón de aceite de oliva y seguir mezclando. Después sumerge el lomo en esta masa y remueve bien para que quede bien impregnado. Tapa el bowl con papel transparente y reserva en el frigorífico.
Mientras prepara las verduras. Limpia las cebolletas y córtalas en aros, también lava las zanahorias y pártelas en bastoncitos. Por último, trocea los ajos muy finitos y pon todas las verduras a pochar con un poco de aceite en una sartén durante 10 minutos a fuego medio alto con cuidado de que no se quemen. Si hace falta incorporar un poco de agua.
Después agrega el vinagre y prolonga la cocción otros cinco minutos. En este caso, si ves que la zanahoria aún sigue muy dura, puedes añadir más agua y dejar que reduzca un poco.
Mientras se reduce el vinagre, lava el tomate y trocéalo en láminas. Finalmente, saca el lomo del frigorífico añádele el sésamo e incorpóralo al sofrito junto con el tomate. Deja hasta que se haga, más o menos 5 minutos.
¡A servir!
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