martes, 19 de octubre de 2010

Rollitos de jamón con queso y mermelada de champiñones



Bueno, pues como os iba comentado, el mejor momento que se puede vivir en las bodas de mi familia comienza justo cuando acaba la Misa, cuando todos mis familiares "desenfundan" sus bolsillos para coger una bolsa de plástico repleta de granos de arroz. Quitan rápidamente el nudo y se lanzan a la caza y captura de los novios. Los pobres, tan emocionados que salen de la Iglesia para toparse con esa manada de amigos y familiares; sí, porque ahí se encuentran, a la espera de que hagan la aparición los protagonistas para estamparles un puñado de arroz con todas sus fuerzas. Así, que ni les da tiempo de asustarse a cámara lenta, colocan el primer pie en la calle y centésimas de segundo más tarde viven la avalancha de arroz y los gritos eufóricos de sus condescendientes.
Minutos después, todos los invitados camino del lugar de la celebración. Mira que habrán ido a bodas y celebraciones varias, pero ellos siguen el mismo método: "¿A ver qué ponen?" Total, que se arremolinan cerca de las bandejas de comida preparados a que alguien dé el pistoletazo de salida, algo que, por supuesto, suele provocar un familiar entrado en años. Ellos ya no tienen que dar explicaciones a nadie, de modo que llevan consigo bolsas y pañuelos, con los que ir pillando comida... Porque van a lo que van a una boda, ¡a comer y a beber! y no te creas tú que no amortizan bien el dinero del cubierto, que si pueden con las gambas que cogen comen una semana y ¡qué me lo digan a mí!, pues anda que no he tenido que escuchar veces: "¡Niño la bolsa corre!" y, como quien no quiere la cosa, una cigala menos, otro tanto de jamón, el queso desaparecido en combate y:
- ¿El abuelito dónde va? Mamá, yo me quiero ir con el abuelito, ¡yo me quiero ir con el abuelito!
- ¡Niña calla!, ¡tú a comer, que es lo que tienes que hacer, que mira el plato lleno!
Mi abuela mientras, me miraba con ganas de darme un buen coscorrón, para que no pusiera en evidencia la estrategia realizada. Pero, claro, era algo más que evidente, pues gran parte de los comensales habían desaparecido...

Una vez que las barrigas de los invitados se llena, comienza a escucharse de fondo un "aporreteo" de la mesa con las manos y una voz lejana, que pide: "¡Que se besen, que se besen, que se besen!" De repente, todas las mesas siguen el ejemplo y de tanto golpe, no paran de sonar platos, copas y demás. A mí este momento me encantaba, me colocaba encima de la silla y esperaba que los novios se besaran. ¡Bien! Un besito casto en la mejilla, ahora otra provocación más, porque claro los invitados no se habían quedado satisfechos y saltaban: "¡En la boca, en la boca, en la boca!" Y aaaaalaaa, otro beso. Pero no, eso tampoco era suficiente, por lo que alguien gritaba: "¡Con lengua, con lengua, con lengua!" Ante lo cual, el novio agarraba a la novia y ¡plaaaaff! ¡Morreo al canto! Tres segundos interminables de beso y de gritos de júbilo, de silbidos y vítores.


A medida que la boda avanza, recuerdo la subida de color en la cara de mis mayores, las carcajadas generales y los comentarios subiditos de tono. La tía abuela más juerguista de lo normal no se escaquea en este tipo de eventos y llegados a estas alturas de la boda, ella decide repetir la costumbre de subirse a la mesa. Unos la miran asustados pensando: "verás que vamos a tener que ir al Hospital"; otros la animan dando palmadas, mientras que, los que nunca la han visto antes, se encuentran boquiabiertos, ante el espectáculo de ver a una mujer mayor arrodillada en la mesa con las piernas entreabiertas, enseñando su combinación y trapos más íntimos. A ella, ni el Papa le quita protagonismo, vamos que con una copa y un tenedor atrae la atención del más despitado y empieza a cantar:
- ... Cuando me miras morena, de adeeeeentro del almaaa, un grito me escaaapaaa, para decirte muy fuerte, ¡Guapa!, ¡guapa!, ¡guapa!.... ¡Pipipipipipi!...
Y ¡ea!, así queda más que inaugurado el baile, donde pasamos del mítico "paquito chocolatero", al "aaaaaigggg de la macarena", para dar vida a nuestro cuerpo con el "para hacer bien el amor hay que venir al sur" y seguir con "la bomba", el tarrán, tarrán, tarrán, tan, tan,... del "gato montés", etc, etc, etc,... Las copas a pares van pasando entre los más puestos, los abuelos en la pista de bailes, inseparables, bien pegaditos el uno frente al otro, bailando de la misma forma todo lo que les echen, pues no hay manera de que pierdan el compás ni un segundo y es que tantos años de práctica tienen su recompensa, digo yo.
Total que ante tanto salvaje descontrolado, tú asimilas que esa fiesta no va contigo y te sientas, entre las abuelas más mayores en su rinconcito, donde cada una guardaba contra su pecho los centros decorativos de las mesas. A distancia observas a tus padres emocionados con las sevillanas, a tus primos aprovechando el despiste de sus progenitores para probar por primera vez un pitillo y las corbatas... Esas corbatas que pierden su sentido inicial de parte del atuendo para convertirse en un tocado alrededor de la cabeza, a lo rambo, o eso era lo que pensaba, observando todos esos bailarines violentos...


Os dejo un entrante bien rico, digno de las mejores bodas, por su contraste de sabor agridulce y por la mezcla de ingredientes buenísimos como el jamón. Probad a hacer estos "rollitos de jamón con queso y mermelada de champiñones" que quedan deliciosos.

Rollitos de jamón con queso y mermelada de champiñones

Para el brazo gitano
3 huevos
1 yogur griego
90 gr de harina
60 gr de azúcar
1/4 de cucharadita de bicarbonato

Para el relleno
5 lonchas de jamón serrano
Unos 80 gr de queso majorero canario
Mermelada de champiñones (para ver la receta pincha aquí)

Comenzamos haciendo el brazo gitano salado. Precalentamos el horno a 180º y colocamos sobre la bandeja de éste papel vegetal. Ahora, batimos bien los huevos a mano o con una batidora e incorporamos el azúcar. Mezclamos bien y cuando se haya disuelto el azúcar añadimos el yogur sin dejar de batir. Tamizamos la harina y el bicarbonato y se mezcla con la masa anterior.
La pasta que obtenemos la echamos sobre el papel vegetal, intentando que nos quede en forma de rectángulo. Se mete en el horno y se deja hacer alrededor de 12 minutos o hasta que veamos que la masa adquiere un tono amarillito claro. No debe dejarse mucho más tiempo, pues corremos el riesgo de que salga muy seco el bizcocho y no se pueda enrollar.
Cuando haya pasado este tiempo, sacamos la plancha de bizcocho y colocamos sobre un paño limpio y humedecido. Le quitamos el papel vegetal y recortamos un poco los bordes del bizcocho para obtener un rectángulo mejor. Ahora enrollamos con el paño húmedo y dejamos enfriar del todo.
Mientras, preparamos el relleno, para lo cual sólo hay que trocear el jamón y el queso. ((Para la próxima vez, prepararé una salsita de queso con leche para untar en el bizcocho, porque así el relleno quedará más compacto)).
Una vez que tengamos la plancha de bizcocho fría, la desenrollamos y sobre ella colocamos el jamón y queso troceado y encima la mermelada de champiñones. Se enrolla con cuidado el conjunto y se deja en el frigorífico con papel transparente hasta consumir.

jueves, 14 de octubre de 2010

Bizcocho de higos y AIG 2010





Hace una entrada os conté que este sábado estuve en la boda de una de mis amigas. Estuvo llena de glamour, con los mayores protocolos presentes y con invitados elegantes y de buena educación. No me esperaba lo contrario, pero una pregunta de mi "don" mientras degustabamos el menú fue la que me hizo mirar a mi alrededor de otro modo: "¿Te imaginas los invitados cómo pueden ser en nuestra boda?" La cabeza me dio un giro, se revolvió toda mi placidez hasta el momento y los recuerdos infantiles durante estos tipos de eventos me vinieron a la cabeza.

Una de pequeña en lo primero que se fija ante tales ocasiones es en el ajetreo matutino que irrumpe en la casa. Tu madre te anda buscando por toda la casa, gritando a unos decibelios totalmente denunciables y cuando te encuentra resulta que entre sus manos lleva un vestido, el cual reconoces bien, porque es el mismo que te lleva poniendo desde hace unos meses. Tú te quejas y sueltas: "¿Mamá otra vez?" Y ella ni caso, porque la que no puede repetir es ella, esto esta más que claro. Te va poniendo las medias y tú la contemplas extrañada, ¿ese tupé y esos ojos morados? Bueno y mejor no mirar el vestido: cero curvas y unas hombreras, que más bien parece que tu progenitora se va de misión espacial. Ella, que siente tus ojos aterrorizados observándola, vocifera:
- ¿Quéee?
Ante lo cual, sólo te quedaba responder:
- Nada mamá, que estás muuuuu guapa.
La respuesta adecuada, con la que notas que ya te pega menos tirones en el pelo y trata con más suavidad de cogerte la coleta.
En esos minutos, ves a tu padre limpiando el cuarto de baño, haciéndose el desapercibido para que ella no le grite por cómo ha sido capaz de hacer tal desastre en el aseo. En el salón, mi hermana, una enana más mala que un dolor, totalmente indignada por estar vestida de rosa y con un lazo más grande que ella en la cabeza. Bien sabemos que poco le va a durar, pues ya ha encontrado el extremo de la lazada y comienza a tirar...
Media hora más tarde, mi padre, mi hermana y yo nos encontramos en el patio de casa, esperando a la señora de la casa, que termine su acicalamiento habitual. Tu padre nervioso, venga a mirar el reloj, quejándose por lo "bajini" porque esta mujer no tiene remedio y otra vez vamos a llegar tarde a la ceremonia.
Y efectivamente, todos sus pronósticos se cumplen. Aparecemos en la Iglesia con tal petardo en el culo, que la puerta principal se cierra con un estruendo digno de mención aparte. El cura nos lanza su mirada escrutadora y tu madre santiguándose del susto, susurra:
- Niño, busca a mis padres.
Sí, por ahí vamos, entre pasillo y pasillo, saludando a toda familia presente con eso de: "Gracias, ahora nos vemos". Todos deseando tener tema de conversación, que alguien irrumpa de esas maneras para que se evapore tanta solemnidad o para terminar con ese duermevela tan característico.

Como quien no quiere la cosa, a nuestro lado aparece mi abuela, que cualquiera diría que esa mujer es mi quien es, pues parece haber rejuvenecido veinte años y a mí me fascina su cara, toda maquillada con esos labios rojos apoteósicos, su cuerpo bien puesto con su chaquetita ceñida a la cintura y esas manos, por favor, con tanto anillo pedregoso y lujo, que nada más agarrarme para llevarme a su banco parece que se me van clavando uno a uno. Mi abuelo nos guarda el sitio, va tan tan elegante y perfectamente vestido, que me cuesta reconocerlo. Mi hermana le agarra la mano y en seguida le pone en pie para dar unos paseitos por la Iglesia, ella ni muerta se queda quieta en el sitio. Yo me intento escapar tan bien, pero mi madre me sujeta con fiereza de la muñeca y de un empujón me sienta ordenándome:
- Tú ahí quieta.
Ya da igual, ni por más pucheros, ni por más golpes que de al banco de delante, va a cambiar mi situación, por lo que decido confabularme y buscar a alguno de mis primos para hablar entre nosotros, aunque sea a distancia. Cual es mi sorpresa, que veo que allí no guarda nadie silencio, me doy la vuelta y veo a una de mis tías abuela cotilleando con su cuñada, mi tío por ahí anda detrás con otro de sus primos... Vamos que los únicos que no cotorrean son los de la primera fila y los novios, por supuesto.
Termina la Misa y aquí empieza realmente la boda. Todos apelotonados en la salida, la familia de mi abuela enterita, siete hermanos, más hijos, maridos, nietos... Una aglomeración de personas dándose besos, y no un solo beso ¡no!, ¡imposible!, unos cuantos, de esos que suenan en ristra, es decir, agarrada por la espalda, bien pegada tu cara a la suya y muamuamuamuamuamua... Casi se queda sin respiración la protagonista, pero ahora, a ti se te han pegado todas tus carnes a los dientes y cuando consigues soltarte, ojeas cuantos besos así vas a tener que aguantar y ¡madre mía! ¡hoooorroor! Inmediatamente, quieres deshacerte de la mano de tu abuela, pero imposible, te coge bien fuerte para mostrarte a todos y cada uno de sus hermanos y ¡ahí como se le pase alguno o te niegues a darle un buen morreo! que entonces va a estar recordándotelo lo que te resta de vida.
Sin duda, el momento que más recuerdo es el convite, porque da igual que pasen los años y que con ellos mis familiares se hagan un poco más mayores, pues sus costumbres siguen siendo las mismas que os contaré en el próximo post...



Ahora quiero hacer mención al Amigo Invisible, AIG 2010, que organiza Bea de El rincón de Bea y del que estoy deseando participar. Ya se han apuntado más de 143 blogueros y la lista seguirá aumentando hasta el 18 de octubre, fecha límite para inscribirse en este juego. Para más información aquí os dejo el link para que visitéis la página de Bea, si es que no conocéis a esta profesora y excelente cocinera. Además este año, el logo del AIG 2010 lo ha realizado Carol, una ilustradora infantil fantástica y con una imaginación increíble.


Para la persona a la que me toque regalarme le dejo algunas indicaciones. Primero de todo, me va a gustar todo lo que hagas o compres con cariño, pues en relación con el mundo de la cocina me gusta todo, así que mira qué fácil, ¿verdad? Los libros serán siempre bienvenidos, igual las cosas que prepares tu mismo o productos de tu tierra. También todo lo relacionado con la repostería, pues es lo que me encanta, como por ejemplo moldes diferentes, cortadores, etc,... O algo relacionado con la presentación de las recetas en el blog (platos, cuencos,...). Vamos todo lo que se te ocurra, porque te digo, que ya sólo con tu esfuerzo voy a estar agradecida.

Y por fin, ¡¡¡¡la receta!!!! Una tarta de higos aprovechando que ya van quedando pocos. Más bien parece un bizcocho, así que la catalogo así. Tiene un sabor delicioso y está bien jugosita, para la próxima vez añadiré más higos, porque su sabor horneado me ha encantado.

Bizcocho de higos
Ingredientes
250 gr de harina
150 gr de azúcar
5 huevos
1 yogur griego azucarado
40 gr de mantequilla
1 cucharadita de esencia de vainilla
8 higos grandes
1/2 cucharadita de bicarbonato
1 sobre de levadura

Primero precalentamos el horno a 180º y preparamos el molde, para lo cual lo engrasamos y enharinamos bien. Ahora, pelamos los higos y los cortamos en láminas finas.
Los ingredientes secos, es decir, la harina, el bicarbonato y la levadura los tamizamos y mezclamos un bowl.
A parte y en otro bowl, mezclamos los huevos con el azúcar, hasta conseguir que espesen un poco los huevos y el azúcar se disuelva. A continuación, deshacemos la mantequilla en el microondas, en intervalos de 15 segundos en potencia mínima, de forma que no quede caliente. Ahora se añade a los huevos moviendo todo el rato la mezcla mientras se echa.
Incorporamos la vainilla y el yogur y se integra bien todo.
Ahora, podemos añadir tres higos y batirlos para que se integren en la masa, yo lo hice y quedó buenísimo. Incorporamos los ingredientes secos poco a poco y siempre removiendo hasta conseguir que quede una masa homogénea.
Cuando lo tengamos echamos la mitad de dicha masa sobre el molde y encima vamos colocando la mitad de las láminas de higos, que nos haya quedado. Echamos la otra mitad de la masa sobre la fruta y decoramos con lo que nos queda de higos.
Por último, horneamos a 180º durante 45 minutos más o menos o hasta que veamos que el bizcocho está hecho. Para comprobar si no ha quedado crudo, se puede comprobar con un palillo, si al pinchar el bizcocho este sale con la masa dejamos el bizcocho más tiempo, comprobando de poco en poco tiempo, para que no quede duro.
¡Y a tomarlo con un buen vaso de leche o con lo que queráis!


domingo, 10 de octubre de 2010

Timbal de jamoncitos de pollo confitados en AOVE con mermelada de champiñones y queso






Ayer tenía bodorrio. A lo grande, de los de etiqueta y protocolo incluidos. Una de mis amigas de la Universidad se casaba y el grupito de 10 amigas, del que os he hablado en alguna ocasión, se juntaba. Había que ir guapa, así que me vendé los ojos y el único gasto que hice fue en la peluquería...
He de avisar para lo que os cuento, de que no soy muy fan de este tipo de salones, que apenas visito una peluquería, si no es para cortarme el pelo cada tres meses. No porque sea una experta yo, sino porque me da pánico acercarme a una...
En fin que dos días antes de la boda mis cabecita traicionera me insinúa en plan pregunta: "Oye tú, amiga, ¿y si preguntas en la peluquería de debajo de tu casa para ver qué te pueden hacer ese día?" Juro que no quería hacerle caso, que me lo negué, pero la curiosidad es el arma traicionera de toda mujer, de modo que cuando aparecí por el portal de casa me asomé a la tienda y entré...
Me acogió una amable señora, demasiado amable para mi gusto, que parecía que yo fuera la mismísima reina:
- ¡Ay! ¡Pero qué mona ella! Por favor, pues claro, tú necesitas un estilista, de los de aquí, para que te digan lo que te pega mejor y sólo ponerte más guapa de lo que ya eres. ¡Mira, Antonio! ¿A qué es monísima? ¡Si es que con esa edad! ¡Oyyyy! ¿y qué ojazos? ¿Te pintarás también? ¡Sí, seguro! que con esas pestañas, imposible que digas que no. Pepa, ¡ven! Mira qué niña más mona para maquillarla el sábado...
Bla, bla, bla,... Bla, bla, bla...

Y allí me ves a mí, como mono de feria, diciendo que no a todo, pero ¿para quién? Sepa Dios...
La mujer me enganchó, lo reconozco, ahora, era imposible resistirte ante tanto piropo seguido. Yo sólo pensaba, lo divina de la muerte que iría... Bueno mis pensamientos sólo iban y venían, que si pelo a lo Patricia Conde, ahí un pelo suelto y ¿encima mejor maquillada que Penélope Cruz? Ya está, los ojos como chirivitas... Sí a todo, que si me dicen que ese día me tengo que cortar el pelo hasta os digo yo que hubiera admitido la proposición, a pesar de que para mí sea lo más sagrado. Total que salí de la peluquería con cita para el sábado por la mañana y con una cuenta de cincuenta euros totalmente desglosada con lo que me iba a costar todo...

Llega el día, sábado 9y30 am entro en el salón y me coge la primera estilista que aparece por allí. De estilista nada de nada, una peluquera y punto, una mandada más del lugar. Me lava y me pregunta qué es lo que me quiero hacer. Yo le digo la idea del pelo, no muy recargado sólo con la plancha haciendo rizos y punto. Parece que me entiende y asiente con rotundidad. Intento calmarme y leer una revista, ella es la experta ¿no? Sin embargo, mi cabeza se levanta y me miro al espejo, cuando veo pelo para un lado plancha mal colocada y chapuz de rizo que sale. Le intento explicar para que tome otra postura y parece que la cosa sale mejor. ahora cuando llega a la zona de flequillo...¡horror! "No así, noooo, ¡¡¡que no quiero salir con cuernos!!!" Pero la muchacha está muy concentrada enrollando el pelo como una persiana, con tanto esfuerzo que se le marcaba en la cara con esa "lenguecilla" saliéndose de la boca. Me sublevo y digo que así no va el tema, pero por mucho que se esmera nada de nada... Así que la olvido y pienso en llegar a casa cuanto antes para retocarme yo.

Después, sesión de maquillaje, una mujer de sesenta años que no calla, de las típicas que te marca el sermón de la vida, así sin más, pero que ella no te dice nada, ¡eh! que tú vida es tu vida y puedes hacer lo que quieras... Y en realidad, todo es una artimaña para que no te des cuenta de lo que está trajinando en tu cara. Cogió un as pinzas y tres pelos quitados, luego crema, ahora pincelada arriba, pincelada abajo y ¡voilà! ¡payasete total! Me vuelvo a ver reflejada en el espejo y ¡josú! ¡Mae mía santísima! ¿pero y este petardo quién es? Sólo una cosa pasa por mi cabeza: "Sal corriendo ya de allí".

Lo mejor de todo: el pago. Se me acerca la chica que me piropeó el primer día y me coloca una factura de setenta eurazos. Mi careto de impacto le sonaba, pues corriendo comenzó a justificar cada suplemento adicional: que si crema aquí, que si champú regenerador de no sé qué historia, que si depilación de cejas... "¡Perdón! ¿pero si han sido tres pelos literales lo que me ha quitado? ¡Caradura!" Y sí, se lo dije, ¡porque menudo timo para ir con tales pintas!

Aparezco en casa y Carlos me espera ansioso para ver si no me vengo quejando por enésima vez de lo que han hecho conmigo. Digo que no me gusta y suelta: ¡Si es que yo no sé para qué vais a la peluquería si siempre venís diciendo lo mismo!" ¡Más razón que un santo!

Y aquí os dejo otra receta más con Aceite de Oliva Virgen Extra (AOVE) con la que participo en el concurso de Sara de "Las recetas de Sara" con su patrocinador, AceiteVirgen.com, en el cual nos retan a preparar una receta con Aceite de oliva virgen extra. Esta vez colaboro con unos ricos Jamoncitos de pollo confitados. ¡Espero que os guste y disfrutéis de esta fácil y rica receta!


Timbal de jamoncitos de pollo confitados en AOVE con mermelada de champiñones y queso
Ingredientes (2 personas)
5 jamoncitos de pollo
2 rodajas de queso canario majorero
250 gr de champiñones
200 gr de azúcar
1/4 de vaso de agua
1 vaso de aceite de oliva virgen extra
1 vaso de vino de jerez
sal

En una olla ponemos los jamoncitos a cocer con el aceite de oliva y el vino a fuego lento. Añadimos la sal y dejamos hora y cuarto cociendo. Cuando los tengamos, les quitamos el hueso y troceamos la carne un poco.
Mientras preparamos nuestra mermelada, para lo que lavamos los champiñones y lo picaremos muy finamente. Éstos los ponemos con un poco de aceite y sofreímos durante dos minutos a fuego suave. A continuación añadimos el azúcar y el agua y dejamos que se cueza todo durante cuarenta minutos a fuego suave o hasta que veamos que el agua ha evaporado y los champiñones se han caramelizado.
Por último, se emplata colocando la rodaja de queso de primero a la que colocamos encima unos trocitos de carne de pollo y, por último, la mermelada de champiñones.

martes, 5 de octubre de 2010

Galletas de choco y Aceite de oliva virgen extra





¿Os he dicho alguna vez que de mayor quiero ser como mi madre? Bueno, pues sois los primeros en saberlo, porque ni a ella se lo he confesado...
Como todas las madres del mundo, ha debido escuchar mil veces eso de "no me quiero parecer en nada a ti", pero las leyes de la genética y el hecho de haberme criado ella, han hecho que esta afirmación vaya haciéndose cada vez más irreal. Ahora la admiro, por su capacidad de tener colocado todo en su sitio, la ropa planchada, la comida en su punto, de acordarse de todas y cada una de las fechas de su familia, de cuando tengo que ir al médico, a pesar de encontrarme a cientos de kilómetros de distancia, o de felicitarme la primera el día de mi cumpleaños o de incluso mi santo. Es esa persona capaz de mantener vivo el perejil de un San Pancracio perdido en mi cuarto, y la amiga fiel sea cual sea la hora a la que la llames, ésa que soporta tus enfados y gritos cuando no te sale algo como habías imaginado o aquella a la que puedes confiar un secreto y llevárselo con ella sin que nadie se percate ni de lo más mínimo. Tiene la capacidad nata de no parar ni un segundo en todo el día, de tener su horario lleno de actividades y no dejar ni una para hacer al día siguiente. Siempre todo perfectamente encarrilado y sus hijas y marido también. Conoce cada uno de mis pensamientos, cada uno de mis anhelos, de mis esperanzas, por qué actúo así o por qué "asá", qué es lo que me ha llevado a reaccionar de esa forma y cuál es el motivo por el que estoy riendo o llorando desconsoladamente. Sus ojos captan el mínimo detalle y no le hace falta saber nada más, sólo con su intuición y calma dirige y comanda a todos los de la casa. Lo que diga ella va a Misa, ya que su capacidad adivinatoria no tiene precio. No digas que no te lo advierte, no digas que no te preguntó con ése "¿seguro?" o "¿lo tienes claro verdad?" y es que se adelanta a lo esperado, sabe por dónde irán los derroteros, sabe cuál será tu reacción lógica e inexplicablemente siempre consigue dar en el clavo.
Lo lleva todo milimetrado, la economía casera su don natural para alargar los céntimos, para conseguir a la perfección que las cuentas cuadren a final de mes. Su mesura es digna de aplauso, pues antes de pedir por su "boquita" están sus hijas, que no se queden sin ninguna oportunidad, que no les falte nada, por lo que alarga su jornada laboral hasta donde haga falta y cuando llega a casa aún tiene tiempo para llamarte y decirte que ha hecho "dieciséis croquetas" para congelarlas por si cuando vayas a Jaén te las quieres llevar.
Sin duda, es mi ídolo nato, mi maestra, mi consejera y mi MADRE, sí con mayúsculas bien grandes, porque sólo ella es capaz de conseguir todo lo que os he descrito y mucho más que no cabría aquí. Únicamente ella puede intentar hacer realidad cada uno de tus sueños y esto sin esperar nada más que un poco de cariño y amor por mi parte, cuando me dice "andaaaa, dame un beso" y yo hago mis esfuerzos por quitar mi coraza gatuna para acercarme a su mejilla y cumplir su único deseo.
¡¡¡FELICIDADES MAMÁ!!!

Aquí te dejo tu regalito para ahora que sé que estarás leyendo mi entrada. A estas horas de la noche, sé que deseas coger alguno de tus caprichos dulces, si es que no lo has hecho ya... Por eso, te dejo unas cuantas galletitas de chocolate y el mejor de los ingredientes que tiene nuestra tierra, el aceite de oliva. Espero que te gusten y acuérdate de mí, mientras las comes. ¡Te quiero!

Con esta receta participo en el concurso de Sara de "Las recetas de Sara" con su patrocinador, AceiteVirgen.com, en el cual nos retan a preparar una receta con Aceite de oliva virgen extra. Ha sido un placer Sara investigar recetillas con este producto tan cercano a mí y que nunca falta en mi cocina. Encima, te tenía que incluir en esta entrada, porque, y espero que no te importe, para mí eres, sin duda, mi mami (con tu permiso) en estos mundos blogueros, porque siempre estás ahí para darme algún que otro consejillo y te siento muy cercana siempre con tus recetas y explicaciones, vamos como si estuviera en tu cocina con tus pasos a pasos.

Galletas de choco y Aceite de oliva virgen extra
Ingredientes (20 galletas aproximádamente)
120 gr de harina
85 gr de azúcar
1 / 2 cucharadita de bicarbonato de sodio
1 / 2 cucharadita de canela
45 gr de aceite de oliva virgen extra
1 cucharadita de extracto de vainilla
50 gr de chocolate fondant
2 puñados de nueces
Precalentamos el horno a 180º y cubrimos la bandeja de horno con papel vegetal.
Ahora derretimos el chocolate en el microondas en intervalos de 30 segundos. Tamizar juntos la harina, azúcar, el bicarbonato de sodio y la canela. A continuación mezclar el aceite de oliva virgen extra y la vainilla y se añade a la mezcla seca. Agregar el chocolate derretido y revolver hasta que la mezcla esté homogénes.
Después con una cucharita coger una porción de masa y hacer una bolita con ella. Vamos colocando ésta sobre la bandeja de horno dejando una distancia entre cada una. Hornear las galletas de 10 a 12 minutos o hasta que no queden blandas y pasar a una rejilla para dejar enfriar por completo.



sábado, 2 de octubre de 2010

Paella mixta de mi casa

5 meses con vosotros y 178 seguidores. ¡¡¡¡Muchas gracias!!!!

Los domingos en Jaén se bajaba a la casa del campo para comer arroz, o lo que comúnmente se denomina paella. Una ocasión especial para el despliegue masivo de comida, pues si no fuera suficiente con un buen plato de paella, sobre la una de la tarde comenzaba el momento tapeo y delante de ti todos los miembros de la familia se organizaban para plantar en la mesa mejillones en escabeche, ensaladilla rusa, lomo, morcilla, queso, patatas fritas, etc, etc, etc,... A mí estos manjares tan suculentos me parecían la bomba, así que entre picoteo y picoteo me ponía finísima.
De modo que aunque lloviese, tronase o nevara allí estaba la familia entera reunida para la ocasión. Yo los veía desde la distancia, un poco solitaria porque ni mi prima y mi hermana podían seguirme el juego con cinco y seis años menos. Me colocaba en mi silla de plástico y observaba el comportamiento humano de la generosidad:
- Niño prueba esto.
- Fernando coge lomo que es ibérico.
- Pedro ¿has probado la ensaladilla?
Miles de cubiertos voladores alrededor de mi cabeza, ellos tenían su tenedor propio con el que iban pinchando en los platos, pero claro luego estaba la tradición propia de mi familia y es que no es que debas probar el tenedor de la otra persona con el alimento que te prepara, sino que es tú obligación coger su tenedor y tragar su contenido, si no, como mosca cojonera, ahí estará hasta que le hagas caso.
Bueno si hay invitado, aumentamos las complicaciones. Da igual que digas esto de: "No, Luisa, de verdad, que no me gusta", porque mi abuela te engancha y se queda a tu lado con el tenedor dirección tu cara y arremete con: "¡Pero si está muy bueno! Además, ¿tú lo has probado? ¡Toma un poco!" y a la boca directo, que se le queda una cara de tonto a esa persona... Mastica y saborea como puede, mientras de fondo: "¿Veeeeess? ¿A qué está bueno? Si es que hay que probar las cosas, que estas huevas son lo mejor del mundo!" Después de haber conseguido su objetivo, mi abuela podría quedarse satisfecha pero no, ella es de naturaleza pesada en el tema de la comida y ya ha fichado una figura con la que practicar durante lo que quede de día: "Prueba ahora esto o ¿has cogido lomo? Anda toma que te va a pasar lo mismo que con las huevas..." Yo miro a esa persona y desesperanzada vuelve a abrir la boca: "Ahiiií, ¿ves qué rico está?"

Pero encima, si ese invitado no come o resulta ser un poco exquisito en sus gustos, allí ves a toda la familia observando sus movimientos. Como se digne a no probar un plato,... bueno heridísimo el orgullo de la persona que lo ha preparado, por lo que es en ese instante cuando presenciamos la persecución del cazador a su presa. Lo persigue alrededor de la mesa, le clava los ojos e intenta buscar el momento más oportuno para acercarse a él y cazarle. Lo arrincona con el plato en los hocicos y toma cucharada va y cucharada viene: "¿Te gusta eh? Pues venga toma más, y ahora el último tenedor. ¡Ayyy si es que hay que probar las cosas!"
El momentazo viene con la llegada de la paella, todos con la barriga hinchada para empezar a comer el manjar diez... Observo las caras ante los platones que mi abuela se ha dignado a colocarles delante y comienza el soniquete de: "Esto es mucho Luisa, yo no voy a poder con todo". A lo que ella responde: "¡Tú come y calla!, que está muy bueno". Imposible no hacerle caso, ya os lo digo yo...

Y ahora os dejo con la entrada que publiqué para mi colaboración mensual en el Antonia Magazine, que claro como no podía ser menos es la "Paella mixta de mi casa". Para quienes no conozcáis la revista os recomiendo que visitéis su página porque pasaréis un rato increíble con esta revista online.

Que la paella es nuestro plato más conocido internacionalmente no es ningún secreto y que en cada casa la de su madre es la mejor, tampoco; ahora, seguro, seguro, seguro que aún hay muchos que no se han animado a prepararla, ya sea por falta de tiempo, de ingredientes o, incluso, por miedo al desastre total y rotundo. Por esto yo os traigo la que se hace en mi casa, bien explicada y con algún que otro consejito, para superar estos inconvenientes y que no haya ninguna excusa, porque, ya os digo yo que cualquiera puede preparar un plato tan rico y nutritivo fácilmente.

Primero los consejos:
  • Los ingredientes que debes utilizar son tantos como tú desees. En el caso de esta paella mixta, habrá que incluir verduras, carne y pescado. Yo os recomiendo que las verduras sean las mismas que os pongo en la receta, pero si luego queréis poner más tipo alcachofas, champiñones, etc,... podéis hacerlo y todos los que queráis. En cuanto a la carne os pongo tres tipos, pero si queréis añadir otros como ternera, perfecto y para el pescado lo mismo, pues si escogéis gambas, almejas o cualquier otro marisco, esto enriquecerá más la paella.
  • El tiempo de preparación puede realizarse en dos veces, es decir, por la noche puedes dejar todo hecho y al día siguiente sólo te queda añadir el arroz y dejar que se haga y comer la paella recién hecha. Además con este truco, los ingredientes toman más sabor.
  • Por último, mi madre dice que sale mejor sin esmerarse mucho... En fin ¿será este toque por el que a mí no me sale igual?

Paella mixta de mi casa
Ingredientes (6 personas)
* 1/4 y 1/2 kg de magro de cerdo y costillas troceadas de cerdo ibérico
* 1/2 pollo troceado
* 6 gambones (o cigalas, langostinos, a vuestro gusto)
* 1/4 kg de choco
* 4 tomates rallados
* 2 pimientos verdes
* 1 pimiento rojo pequeño
* 1/4 de cebolla pequeña
* 12 puñaditos de arroz (2 por persona)
* 1/2 cabeza de ajos
* 1 vaso y 1/2 de vino blanco
* 1 pastilla y 1/2 de avecrem
* Azafrán en rama (un poquito)
* 2 hojas de laurel
* Agua
* Perejil al gusto
* Sal

Sofreímos en una paellera para 6 personas o cazuela de barro grande la carne con un poco de aceite y el laurel, le damos una vuelta y se le añade el choco. Éste último se hace sólo un poco y a continuación se agrega la cebolla bien picada y dos ajos troceados, también los pimientos cortados en cuadraditos.
Cuando veamos que se ha pochado unos minutos, echamos los tomates rallados. Mientras se sofríe bien el tomate, preparamos un majado con los ajos que nos quedan que machacamos con el perejil, y después junto al avecrem, y el azafrán. Una vez tengamos este majado bien integrado se vuelca el vino sobre él y se remueve para mezclar.
El majado lo añadimos a la carne y se deja cocer a fuego medio alto durante cinco minutos, para que se evapore el alcohol del vino. Pasado este tiempo se añade el agua, que suelo calcular según la paellera, es decir, si la paellera es para 6 personas echo agua hasta llenarla entera menos medio dedo como límite para que no se salga el agua al hervir. Removemos todo y se deja cocer a fuego medio alto durante media hora.
Transcurrida la media hora sólo nos queda por incorporar el arroz y los gambones. El arroz para calcularlo, suelo poner dos puñaditos por persona y lo dejo cocer a fuego medio durante un cuarto de hora más o menos sin remover nada más que al principio, aunque se queme un poco. Los gambones se incluyen en la paella cuando está cociendo el arroz para que de su sabor.

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