

Minutos después, todos los invitados camino del lugar de la celebración. Mira que habrán ido a bodas y celebraciones varias, pero ellos siguen el mismo método: "¿A ver qué ponen?" Total, que se arremolinan cerca de las bandejas de comida preparados a que alguien dé el pistoletazo de salida, algo que, por supuesto, suele provocar un familiar entrado en años. Ellos ya no tienen que dar explicaciones a nadie, de modo que llevan consigo bolsas y pañuelos, con los que ir pillando comida... Porque van a lo que van a una boda, ¡a comer y a beber! y no te creas tú que no amortizan bien el dinero del cubierto, que si pueden con las gambas que cogen comen una semana y ¡qué me lo digan a mí!, pues anda que no he tenido que escuchar veces: "¡Niño la bolsa corre!" y, como quien no quiere la cosa, una cigala menos, otro tanto de jamón, el queso desaparecido en combate y:
- ¿El abuelito dónde va? Mamá, yo me quiero ir con el abuelito, ¡yo me quiero ir con el abuelito!
- ¡Niña calla!, ¡tú a comer, que es lo que tienes que hacer, que mira el plato lleno!
Mi abuela mientras, me miraba con ganas de darme un buen coscorrón, para que no pusiera en evidencia la estrategia realizada. Pero, claro, era algo más que evidente, pues gran parte de los comensales habían desaparecido...
Una vez que las barrigas de los invitados se llena, comienza a escucharse de fondo un "aporreteo" de la mesa con las manos y una voz lejana, que pide: "¡Que se besen, que se besen, que se besen!" De repente, todas las mesas siguen el ejemplo y de tanto golpe, no paran de sonar platos, copas y demás. A mí este momento me encantaba, me colocaba encima de la silla y esperaba que los novios se besaran. ¡Bien! Un besito casto en la mejilla, ahora otra provocación más, porque claro los invitados no se habían quedado satisfechos y saltaban: "¡En la boca, en la boca, en la boca!" Y aaaaalaaa, otro beso. Pero no, eso tampoco era suficiente, por lo que alguien gritaba: "¡Con lengua, con lengua, con lengua!" Ante lo cual, el novio agarraba a la novia y ¡plaaaaff! ¡Morreo al canto! Tres segundos interminables de beso y de gritos de júbilo, de silbidos y vítores.

A medida que la boda avanza, recuerdo la subida de color en la cara de mis mayores, las carcajadas generales y los comentarios subiditos de tono. La tía abuela más juerguista de lo normal no se escaquea en este tipo de eventos y llegados a estas alturas de la boda, ella decide repetir la costumbre de subirse a la mesa. Unos la miran asustados pensando: "verás que vamos a tener que ir al Hospital"; otros la animan dando palmadas, mientras que, los que nunca la han visto antes, se encuentran boquiabiertos, ante el espectáculo de ver a una mujer mayor arrodillada en la mesa con las piernas entreabiertas, enseñando su combinación y trapos más íntimos. A ella, ni el Papa le quita protagonismo, vamos que con una copa y un tenedor atrae la atención del más despitado y empieza a cantar:
- ... Cuando me miras morena, de adeeeeentro del almaaa, un grito me escaaapaaa, para decirte muy fuerte, ¡Guapa!, ¡guapa!, ¡guapa!.... ¡Pipipipipipi!...
Y ¡ea!, así queda más que inaugurado el baile, donde pasamos del mítico "paquito chocolatero", al "aaaaaigggg de la macarena", para dar vida a nuestro cuerpo con el "para hacer bien el amor hay que venir al sur" y seguir con "la bomba", el tarrán, tarrán, tarrán, tan, tan,... del "gato montés", etc, etc, etc,... Las copas a pares van pasando entre los más puestos, los abuelos en la pista de bailes, inseparables, bien pegaditos el uno frente al otro, bailando de la misma forma todo lo que les echen, pues no hay manera de que pierdan el compás ni un segundo y es que tantos años de práctica tienen su recompensa, digo yo.
Total que ante tanto salvaje descontrolado, tú asimilas que esa fiesta no va contigo y te sientas, entre las abuelas más mayores en su rinconcito, donde cada una guardaba contra su pecho los centros decorativos de las mesas. A distancia observas a tus padres emocionados con las sevillanas, a tus primos aprovechando el despiste de sus progenitores para probar por primera vez un pitillo y las corbatas... Esas corbatas que pierden su sentido inicial de parte del atuendo para convertirse en un tocado alrededor de la cabeza, a lo rambo, o eso era lo que pensaba, observando todos esos bailarines violentos...
Os dejo un entrante bien rico, digno de las mejores bodas, por su contraste de sabor agridulce y por la mezcla de ingredientes buenísimos como el jamón. Probad a hacer estos "rollitos de jamón con queso y mermelada de champiñones" que quedan deliciosos.

Rollitos de jamón con queso y mermelada de champiñones
Para el brazo gitano
3 huevos
1 yogur griego
90 gr de harina
60 gr de azúcar
1/4 de cucharadita de bicarbonato
Para el relleno
5 lonchas de jamón serrano
Unos 80 gr de queso majorero canario
Mermelada de champiñones (para ver la receta pincha aquí)
Comenzamos haciendo el brazo gitano salado. Precalentamos el horno a 180º y colocamos sobre la bandeja de éste papel vegetal. Ahora, batimos bien los huevos a mano o con una batidora e incorporamos el azúcar. Mezclamos bien y cuando se haya disuelto el azúcar añadimos el yogur sin dejar de batir. Tamizamos la harina y el bicarbonato y se mezcla con la masa anterior.
La pasta que obtenemos la echamos sobre el papel vegetal, intentando que nos quede en forma de rectángulo. Se mete en el horno y se deja hacer alrededor de 12 minutos o hasta que veamos que la masa adquiere un tono amarillito claro. No debe dejarse mucho más tiempo, pues corremos el riesgo de que salga muy seco el bizcocho y no se pueda enrollar.
Cuando haya pasado este tiempo, sacamos la plancha de bizcocho y colocamos sobre un paño limpio y humedecido. Le quitamos el papel vegetal y recortamos un poco los bordes del bizcocho para obtener un rectángulo mejor. Ahora enrollamos con el paño húmedo y dejamos enfriar del todo.
Mientras, preparamos el relleno, para lo cual sólo hay que trocear el jamón y el queso. ((Para la próxima vez, prepararé una salsita de queso con leche para untar en el bizcocho, porque así el relleno quedará más compacto)).
Una vez que tengamos la plancha de bizcocho fría, la desenrollamos y sobre ella colocamos el jamón y queso troceado y encima la mermelada de champiñones. Se enrolla con cuidado el conjunto y se deja en el frigorífico con papel transparente hasta consumir.